domingo, 16 de noviembre de 2008

Nick Lowe, a su edad

Anoche asistí al concierto de Nick Lowe en el Greenspace valenciano. Ya imaginaba que no estaríamos apretados, pero no esperaba ver una sala tan vacía... bien es cierto que las entradas no eran particularmente baratas, y que Nick roza la sesentena -su último disco se llama "At my age"- pero no sé, Iggy Pop por ejemplo es más mayor que él, aunque a mucha gente no le de esa impresión (ahí está el torso moldeado de la iguana frente al aspecto de Lowe, al que sólo le faltaban unas pantuflas para parecer recién salido del asilo). Así es, gran parte de los asistentes eran ya mayorcitos, y el propio Lowe comentó en los bises algo así: "Esto está pasado de moda, no sé por qué no estáis más en contacto con nuestros tiempos". En Madrid la asistencia, leo en El País, fue de unas novecientas personas; en Valencia calculo doscientas, si es que llegaba.

Pero qué cojones, al César lo que es del César. El tipo es un talento, siempre lo fue. Un maravilloso compositor e intérprete (además de productor, pero eso es otro tema), con una estupenda voz y un repertorio por el que muchos darían su brazo izquierdo. Rockabilly, country, pop, rock and roll... es capaz de tocar todos esos palos y más, es impresionante. Sonaron hits escogidos de entre toda su carrera, el clásico "Cruel to be Kind", la canción que Elvis Costello hizo más popular después con sus Attractions, "(What's so Funny 'Bout) Peace, Love and Understanding", versiones de Chuck Berry, y una pequeña selección de su último álbum, mucho más escasa de lo que esperaba. Este inglés, enamorado perdido de la música popular norteamericana dio una lección colosal, pero sin ningún tipo de pretensión ridícula. No quiere hacernos creer que tiene veinte años, ni falta que le hace. Muchas de las canciones no las conocía, la verdad (era difícil seguir su carrera, sobre todo en los últimos años), pero eso no importaba en absoluto.

Se me hizo cortísimo, estuvo un poco más de hora y media tocando y habría aguantado fácilmente otra hora y media más. Eché en falta "So it Goes", o algo más del "Jesus of Cool", obra maestra que han reeditado este año; es el momento de hacer un repaso a su carrera, comenzando por esa maravilla. Ahora habrá que esperar a ver si un día se acerca Graham Parker por aquí y contribuye aunque sea un poco a acabar con la moda esta neopsicodélica que es un puto coñazo.

"Cruel to be Kind" en Top of the Pops, 1979


"I Trained Her to Love Me", de su último álbum

domingo, 31 de agosto de 2008

Aubrey Beardsley


Me he tirado buena parte de la tarde mirando imágenes, en esta página, de uno de mis artistas preferidos: Aubrey Beardsley. Aubrey Vincent Beardsley nació en Brighton (Inglaterra) en 1872 y murió en Menton, en la Costa Azul francesa, en 1898, a causa de una tuberculosis, con tan sólo 25 años. Fue un artista sorprendentemente precoz (tocó el piano, después destacó en las artes plásticas y finalmente en la literatura). También fue un dandy, como Des Esseintes, un ser refinado hasta la morbidez y con una vertiente provocadora que nunca le abandonó -ni siquiera tuvo tiempo de ello- y que provocó roces con buena parte de la estricta sociedad victoriana. Esa morbidez se encuentra reflejada en las líneas pulidas y onduladas de blanco y negro con las que compuso sus dibujos a tinta, algunos de ellos de fuerte carga erótica.

Esos dibujos, como los de Toulouse-Lautrec, me asombran por su insultante perfección; puesto que soy muy aficionado al dibujo, soy por ello quizá aún más consciente de la extraordinaria pericia de Beardsley. Las líneas son precisas, capaces de sugerir una forma por sí solas, sin necesidad de claroscuros, ni líneas cruzadas unas con otras, ni nada de nada. Como él mismo dijo en 1891:
yo debería decir algo sobre el tema de la línea y el dibujo lineal. ¡Qué poco conocen, incluso los más grandes pintores, la importancia del contorno lineal! Fue su sensibilidad para conseguir la armonía de sus líneas la que prestó a los antiguos maestros su gran ventaja sobre los modernos, que parecen creer que sólo debe prestarse atención a la armonía de los colores.

Está claro que con "los modernos" está señalando ante todo a la órbita impresionista. Mientras Monet saca su caballete al exterior, Beardsley sienta a un esqueleto a su lado, se encierra entre tapizados negros y trabaja siempre con velas, incluso a plena luz del día. Vive en una noche artificial, en un paraíso de refinamiento, elegancia y obscenidad. La influencia del arte japonés no es difícil de advertir en él; en su habitación colgaban algunas de las estampas eróticas de Utamaro, que hacen gala de una delicadeza a la par. Como Whistler y otros muchos artistas de la época, que las recibieron como un soplo de aire fresco, Beardsley encontró una inagotable fuente de inspiración en las estampas japonesas. La decoración de la Peacock Room, realizada por el primero entre 1876 y 1877, muestra de nuevo esa línea depurada y ondulada, la composición asimétrica, la renuncia al claroscuro. Esas colas de pavos reales se repiten en su Peacock Skirt, una exquisita ilustración para la Salomé de Oscar Wilde:

Su obra erótica fue muy célebre; hoy podemos encontrar a un dibujante japonés (vamos de Japón a Europa y viceversa) que nos recuerda en parte, como Mr. Tiffauges señaló en una ocasión, la obra de Beardsley: Suehiro Maruo (en este fantástico blog pueden verse muchas cosas suyas). La distancia que los separa, tanto temporal como espacial, ha de notarse de algún modo; Maruo es mucho más sangriento, violento y excesivo que Beardsley. Sin embargo, en la obra de ambos late una inquietud similar, una sensación de misterio inminente compartida. También influyó, citando artistas más cercanos a su tiempo, en Thomas Theodor Heine (portadista de la famosa revista alemana Simplicissimus) en Otto Eckmann o incluso en el primer Paul Klee. El proceso de Wilde marca el fin del este esteticismo hedonista y narcisista del modernismo londinense, lo que le fuerza a retirarse a la Costa Azul (je, menuda fatalidad, retirarse a la Costa Azul...)

Todavía tiene tiempo de colaborar en la revista "The Savoy" antes de su largamente anunciado fallecimiento.


Como introducción breve recomiendo (la cita está sacada de ahí, pero desconozco como se incluyen pies de página): Schmutzler, Robert: El Modernismo. Alianza, Madrid, 1996. Págs. 106-112.

jueves, 21 de agosto de 2008

JK 5022

Este lunes pasado volví de Alemania con un avión de la serie MD-80 de la compañía Spanair, en un vuelo de código compartido con Lufthansa.

Ayer, como ya todos sabemos, se estrelló un MD-82 de Spanair, código compartido con Lufthansa, causando más de 150 muertos y veintitantos heridos.

Desde que me he enterado de la noticia me domina una sensación extraña, espoleada por las coincidencias, claro. Podía haberme tocado a mí, o a cualquier amigo o familiar que cogiera un avión, y en el fondo no importa el puto modelo que sea. Me resulta imposible en este caso no ponerme en el lugar de todas esas personas y me aterroriza lo caprichoso del destino.

No voy a llegar al extremo sensiblero y subnormal de ciertos medios: "Todos íbamos en ese avión". ¡Y una mierda! Para empezar, caballero, si hubiera ido usted en ese avión, no podría estar ahora soltando todo ese detritus por su asquerosa bocaza. Qué ganas de golpear en el occipital a todos esos mamones.

Pero en fin, para variar, vergonzoso el trato de la tragedia por parte de los medios, todos en general. Algunos más que otros, pero en el fondo, todos una puta basura deleznable. Deleznable el pasillito con micrófonos a gente que llora desconsolada, deleznable también el goteo de informaciones contradictorias, deleznable el gusto por sensacionalismos infundados, deleznable la cháchara nauseabunda de gentuza hambrienta de carnaza que dar a los zombies.

Qué falta de respeto, qué falta de ética profesional, qué falta de todo.

Que os den por el culo, hijos de puta.

sábado, 9 de agosto de 2008

Translate server error.

Ya había visto bastantes ejemplos de lo que en el mundo anglosajón llaman Engrish (ese inglés defectuoso que se da mucho en los países asiáticos). Es perfectamente comprensible que se den ese tipo de errores, tratándose de gente que habla lenguas completa y absolutamente distintas. Pero es que me hace mucha gracia. Esta quizá sea la más mítica, un meme internetero de años atrás:
Hay una página dedicada a recopilar este tipo de cosas, titulada precisamente Engrish.com. Algunos ejemplos extraídos de allí:


Pero me he topado con uno (en Boing Boing) que es apoteósico. En serio, me he estado descojonando un buen rato, es que es brutal. Atención al cartelito de este restaurante en China:

Vamos, vamos, no hay tiempo que perder que vienen las Olimpiadas... chúpame el traductor automático. Ay que me troncho, joder.

jueves, 7 de agosto de 2008

Neuromancer

El cyberpunk debe ser uno de los subgéneros más sobados de la ciencia ficción de las últimas décadas. Puesto que sus historias -y sobre todo la parafernalia que las rodea- se prestan bastante al espectáculo visual, hemos visto adaptadas al cine muchas de ellas. y desde las pantallas han grabado en nuestras retinas fascinantes imágenes de megalópolis opresivas, cyborgs y luces de neón (Blade Runner, Johnny Mnemonic -*cof*-, Matrix, eXistenZ, Robocop, Tetsuo, Terminator, Desafío total, Tron). En realidad muchas de ellas no son realmente cyberpunk stricto sensu, pero sí que toman algunos de sus temas e imaginería. No hará falta que diga que la calidad de esas películas es bastante variable y buena parte apesta bastante o ha envejecido a toda leche (véase, por ejemplo, El cortador de césped y su Realidad Virtual tan de los 90). También en los videojuegos ha sido muy, muy recurrente la estética cyberpunk (Metal Gear, System Shock, Deus Ex, Syndicate, Rez...)



Para mi gusto, la formulación más contundente a nivel visual, se encuentra en el anime japonés. Gusten más o menos, nadie puede negar la potencia visual de colosos de la animación como Akira o Ghost in the Shell, o de otras más recientes, como Paprika. Cada vez que veo estas películas sufro algo parecido al síndrome de Stendhal. Supongo que eso tiene que ver bastante con mi fascinación con el Japón actual, particularmente, y Asia en un sentido general. Lo cierto es que, a pesar de ese gusto por la estética cyberpunk (algo más que por las historias en sí), nunca había leído la que, por unanimidad, es considerada la novela totémica del género, ésta sí puramente cyberpunk: Neuromante, de William Gibson. Pero estos días he aprovechado para hacerlo, y por duplicado, ya que la primera vez me dejó un poco aturdido. Vamos, que no la acabé de pillar del todo.

"El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisión sintonizada en un canal muerto"

Con esa célebre frase comienza la historia. Case, nuestro antihéroe, es una especie de hacker que comete el error de robar a sus jefes en Amsterdam. Tras ser descubierto, le inyectan una micotoxina que le impide utilizar sus habilidades, por lo que pasa sus días quemado en la jungla de neones de Chiba, en Japón, lugar de clínicas negras, videogalerías y perversiones bizarras (Gibson parece gustar bastante de lo japonés, introduciendo zaibatsu, ninjas y shuriken un poquito con calzador). Así pasa sus días, como un perdedor, aislado entre octógonos sintéticos y la barra del Chatsubo, hasta que se encuentra con Molly, una mercenaria modificada de reflejos modificados, lentes especulares y cuchillas retráctiles en los dedos. Bajo las órdenes de un tal Armitage, busca a Case para llevar a cabo una misión que ni ella misma tiene demasiado clara. Armitage promete a Case que si acepta su ofrecimiento, reparará su sistema nervioso para que pueda volver a conectarse a la matriz. Case no desaprovecha la oportunidad de volver a utilizar sus habilidades, pero en el momento de la operación, le son colocados en la sangre unos saquitos de micotoxina que van disolviéndose poco a poco, y que, como bien se encargan de advertirle, sólo le serán retirados si la misión se lleva a cabo con éxito. Además, su cuerpo es modificado para que no pueda metabolizar ningún tipo de droga (en realidad, sólo algunas).

La cosa se va embrollando de manera considerable; el argumento es sumamente complejo pero no voy a destriparlo aquí. A lo largo de estas casi 320 páginas aparecerá la familia Tessier-Ashpool, los plutócratas dueños de Freeside; el ciberespacio, que en la novela adopta la forma de una retícula con colorines y formas geométricas (no se puede ocultar que es una novela de 1984, desde luego), se descubrirá también qué es lo que se esconde detrás de Armitage y, de paso, por qué la novela se titula "Neuromante".

La verdad es que en algunas partes, el libro se hace un pelín ilegible; quien no sea muy aficionado a la imaginería futurista y no guste de encontrarse con jerga pseudotecnológica no podrá soportarlo. En cualquier caso, Gibson se acerca al mundo de la tecnología por intuición mucho más que por conocimiento directo, lo que a mi modo de ver lo hace mucho más interesante y le confiere una fuerza visionaria que, desde un punto de vista puramente geek, probablemente no existiría.

Grandes corporaciones, ingeniería genética, inteligencia artificial... y por supuesto, ya lo hemos dicho, el ciberespacio, apelativo que proviene de un cuento de Gibson anterior a esta novela (Burning Chrome). Es muy conocida también, además de la ya mentada frase inicial, esta semblanza de ese mundo virtual, pronunciada por la voz de un programa para niños:

"El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos... Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja..."

De un tiempo a esta parte, se está hablando de una adaptación al cine de la novela. Hayden Christensen será Case, y el director será Joseph Kahn, cuyas credenciales son cosas como Torque. Truñaco casi seguro, si no se produce un milagro.

Para terminar, una visión del ciberespacio en la adaptación al videojuego de la novela; recuerdo que este juego venía instalado en el primer PC que tuve, allá por 1993, y ya entonces era viejuno (el juego es de 1988). Lo borré enseguida porque no entendía nada de nada. Ahora tiene un cierto encanto, con ese sonido cutre del speaker. No estaría mal una versión actualizada...


domingo, 3 de agosto de 2008

I wonder, wonder why the Wonderfalls...

Wonderfalls. Una entre tantas series injustamente defenestradas por un grupo de directivos ineptos y que pasará inevitablemente a engrosar la categoría de "serie de culto". La descubrí porque el tema musical está compuesto por mi adorado Andy Partridge, el cerebro de XTC (por si alguien no lo conoce, diré simplemente que se trata de uno de los mejores compositores jamás salidos de Inglaterra; en otro momento caerá algún post sobre él y su saga musical).

La serie, dirigida por Todd Holland (de la estimable Malcolm in the Middle), fue estrenada por la Fox el año 2004, para ser cancelada en su cuarta emisión. A pesar del entusiasmo de la crítica y de muchos de los televidentes, no le dieron ni una sola oportunidad. Afortunadamente llegaron a producirse 13 episodios, que gracias a la presión de los fans fueron posteriormente editados en un pack de DVD, sólo disponible en Estados Unidos y Canadá (he llegado a pensar en comprarlos, el precio está en torno a los 30 $... pero creo que me conformaré con las descargas).

He visto 7 episodios de esos 13; suficiente para desarrollar una cierta fijación con el personaje protagonista: Jaye Tyler. La tal Jaye tiene 24 años y es licenciada en filosofía por la prestigiosa universidad de Brown. A pesar de su esmerada educación, decide echarlo todo por la borda: se pone a trabajar en una tienda de souvenirs turísticos en las cataratas del Niágara y se mete a vivir en una caravana, tratando de escapar, dentro de lo posible, de la sobreprotección de sus adinerados y permanentemente preocupados padres. Es un personaje con el que encuentro no pocos puntos en común, eso es cierto (salvo en lo de los padres adinerados), pero es que además la actriz que lo encarna (Caroline Dhavernas) lo borda. Consigue crear un personaje que quizá no sea la primera vez que veamos, pero es que ¿acaso no existen cientos, miles de personas como ella, con ese toque cínico, desencantado y autosuficiente? ¿Acaso, lector, no es usted así? Lo milagroso, por lo menos para mí, es que consigue dar vida al personaje sin que resulte repelente; cosa que, por desgracia, no consiguió la jovencita Ellen Page en Juno.

Básicamente, todo lo que ocurre en la serie gira en torno a ella y sus actos. Actos, en la mayoría de los casos, desencadenados por las inexplicables órdenes de figuras más o menos zoomórficas: un león de cera defectuoso que un cliente saca de la máquina expendedora de la tienda, el mono de plástico de su psiquiatra, el pez de madera que decora el bar que suele frecuentar... cualquier bicho de pega se dirige a ella obligándole a realizar cosas contra su voluntad, que sin embargo suelen tener al final consecuencias positivas (después de muchos desaguisados).

"I surrender to destiny" son las últimas palabras de la Doncella de la Niebla, cuya historia Jaye cuenta con una mueca de aburrimiento una y otra vez. Palabras que están estampadas en muchos de los souvenirs y que acaban por convertirse en el lema de su vida una vez comienza la vorágine animalesca. Aunque el pretexto de la serie pueda parecer un poco tontaina, crea situaciones divertidas y nos acerca poco a poco a lo importante, que es esta chica de los ojos azules.

Hay personajes con más potencial (el hermano de Jaye, un doctor en Teología que vive con sus padres por voluntad propia) y los hay con menos (su estereotipada amiga afroamericana), hay capítulos excelentes y algún otro más flojito, pero lo cierto es que la serie raya a un excelente nivel. Los diálogos están muy bien escritos, son divertidos e inteligentes (muchísimo mejor en VO con subtítulos en español, que es como los he encontrado yo en la mula). Todo ello es mucho más de lo que puede decirse de cualquier otra serie que yo haya visto de las producidas por la Fox (no, los Simpson no cuentan). Pero bueno, ellos sabrán lo que hacen.

En fin, que me está gustando esta serie; no digo que sea la mejor de la historia pero sí que es una de las mejores que he visto en los últimos años (aunque he de decir que no soy muy de series tampoco). Creo que es bastante recomendable, y tampoco cuesta mucho bajarse 13 episodios de nada; de hecho pueden llevarse una agradable sorpresa. He aquí el vídeoclip con el maravilloso tema musical del Duque de la Estratosfera, el genial Andy Partridge:

jueves, 31 de julio de 2008

Megamix de agosto

Hay una larga tradición a la que todavía, desde los días de las cintas TDK hasta los de la web 2.0, no he renunciado: el megamix musical del verano. Todo verano conlleva su megamix, y algunas canciones van irremisiblemente ligadas a los estíos pasados. El que he hecho este 2008 no contiene más que las canciones que a mí me apetece escuchar ahora. Son canciones fáciles de escuchar en su mayoría, que podrían sonar perfectamente en la radio (nada de cosas de 18 minutos). Algunas son antiguas, otras más recientes. No existe ningún hilo conductor definitivo para esta colección: hay algo de bossa nova, de pop sofisticado con toque jazzy o latino, de música para yuppies y también cosas para nerds con gafas de pasta. Una lista con credenciales indies pero que se acerca en partes a lo que podrías escuchar un sábado de compras en el Corte Inglés.

20 temazos.










































Para bajar, pincha aquí.

lunes, 21 de julio de 2008

Chinesisches Roulette

Por recomendación zurdesca, he decidido al fin introducirme en la filmografía de Fassbinder, por medio de su Chinesisches Roulette (La Ruleta China), de 1976.

Impresiones. La pel
ícula es verdaderamente gélida y teatral, casi dreyeriana en algunos momentos (con esos cruces de primeros planos -y de espejos-). Desde luego, bien poco tiene de mediterránea; todo se rumia interiormente, a escondidas (el espacio de la película también es todo el tiempo un interior), y los personajes se manifiestan parcamente, pero siempre afilados cual cuchillo de cocina noruego.

Me ha traído a la memoria algunas otras películas cuyo desarrollo parte de una reunión de burgueses terminales, especialmente a mi favorita de todas ellas, La Grande Bouffe (que me reveló hace poco una sorprendente e inadvertida carga metafísica al revisarla, imprudentemente, tras un copioso banquete). También recuerda, claro está, a alguna que otra de Buñuel, tipo “El Discreto Encanto de la Burguesía o “El Ángel Exterminador”. No he visto ninguna otra película posterior a los setenta que utilice el pretexto de la reunión de burgueses con resultado inesperado; me pregunto si hay alguna. De todas formas se ven pocos burgueses ya en el cine.

La punta del iceberg se descubre al final; en ese sentido me ha recordado también a una novela bastante interesante de Sándor Márai –la única que me ha gustado de entre las suyas que he leído-, otro burgués, este suicidado a una edad ya muy avanzada. La novela se titula “El último encuentro”, y hay como un paralelismo entre el devastador diálogo de los protagonistas (dos viejos amigos heridos por los celos y el rencor), en el que explota al fin todo lo que se nos había estado anticipando, y el juego urdido por la pequeñaja para desquitarse con aquellos que la desprecian. Me encanta la mala hostia de la cría, acechando entre tirabuzones y muñecas siniestras y cuya cara me trae ecos de la Heather Matarazzo de las pelis del Solondz. Su institutriz (Macha Méril), una mudita de melena corta y muy sofisticada, me parece irresistiblemente sexy, y ya me llamó la atención en su fugaz aparición en “Belle de Jour”, donde hace el papel de amiga de Séverine. Como a Hitchcock, siempre me han puesto bastante las institutrices y similares porque dejan mucho espacio para el sueño.

A destacar también el "escritor", que deja adivinar todo un mundo de turbulencias (ese momento de duda con el chico de la gasolinera), y cuyo monólogo en la película anuncia una especie de nuevo orden en un loop corta-y-pega de otros autores.

Me ha gustado, vaya. Sí creo que algunos personajes adolecen de una cierta falta de desarrollo que, en este caso, merma un poco el desenlace final. No habrían sobrado unos cuantos minutos más (la película dura alrededor de 80), pero en cualquier caso es lo suficientemente magnética y enigmática como para pasar mi filtro anti-spam. Creo que seguiré explorando la obra de este Untergeher teutón.

martes, 15 de julio de 2008

Emil Cioran

Me extraña bastante no haber mencionado aún en este blog a Cioran. Es uno de esos autores que he ido relegando, con el paso del tiempo, dentro de mi panteón de luminarias. Lo leí con bastante fruición durante la adolescencia; me complacía enormemente su escritura explosiva, como fogonazos apocalípticos. Quizá sea lo último la única cosa que verdaderamente me sigue atrayendo de él: su gusto por el Apocalipsis y su desprecio a la utopía. Por otro lado, ya había entonces cosas que me molestaban bastante; cosas que ahora se han convertido en obstáculos insalvables entre ambos.

Hay en él un exceso de capricho y de irresponsabilidad. Cioran hace trampa, y no me vale que él mismo lo reconociera continuamente. Minimiza la base de cualquier cosa, anula todo proceso, todo razonamiento, sea de la naturaleza que sea; y así todo se convierte en pura excreción de humores, estados pasajeros intercambiables unos por otros, misticismo abortado. Todo eso, que entonces me daba bastante gustito, ya no me aporta nada. Únicamente veo una colección de perplejidades; un espíritu perdido, como él mismo definió, en “la embriaguez del atolladero”.

Un hombre que solía quejarse del exceso terminológico de la filosofía moderna (dijo darse cuenta de la farsa que la sustentaba al leer “El ser y el tiempo” de Heidegger), pero que a su vez también abusa notablemente del lenguaje al decir cosas como “La vida es el kitsch de la materia” o “Resulta increíble que la perspectiva de tener un biógrafo no haya hecho renunciar a nadie a tener una vida”, entre otras muchas de sus perlas.

Es curioso que, a pesar de su pasado en la Guardia de Hierro de Codreanu, sus aforismos sean munición fácil para ilustrados vitalistas de la estirpe de Savater (el encargado de introducirlo en España, cosa que ya debería haberme hecho sospechar). Al ser tan fácilmente citable y comprensible, sus aforismos, como se encargan de recordarnos, sirven como “cura contra la vanidad” y también para “mofarnos de nuestras ambiciones y el absurdo de nuestras vidas”. Además, otorgan siempre una engañosa sensación de profundidad (aspecto que siempre denunció de la filosofía occidental).

Quizá sirva como azotamentes hasta cierto punto (y es cierto que vivió de forma muy austera y que rechazó todos los premios literarios que se le otorgaron, lo cual le honra) pero lo que es yo, he perdido ya el interés en sus desoladas cavilaciones. Ejemplos en este blog, que recopila sus cuadernos.

sábado, 28 de junio de 2008

De piedra

Sí, de piedra me he quedado al ver el nuevo look de Rosa Díez:


¿Demasiadas visitas al foro Vogue? ¿Quizá está lanzando un extraño mensaje con ese estrafalario vestido? ¿Qué esconde en el pelo? Esta noche tendré pesadillas, eso seguro.

viernes, 27 de junio de 2008

Neil Young: electricidad, soldaduras y rock'n'roll


Necesito poner algo...cojo un vinilo casi al azar. Hum, esto es lo que buscaba: en la portada, unos amplis Fender de 10 metros de altura (atrezzo, claro está) y un tipo gritando extasiado, con la guitarra colgada al hombro… hay tres más con él, en una pose como muy primitiva y de cortadores de troncos. El típico listillo dirá: vaya colección de clichés rockeros trasnochados. Pues no, no y mil veces no. Esa portada es la portada de “Weld”, uno de mis discos-fetiche, perpetrado por uno de los canadienses más ilustres de todos los tiempos, junto con gente como Glenn Gould, David Cronenberg o Leonard Cohen: Neil Young… y, por supuesto, los que lo acompañan –y muy bien- son Crazy Horse: Ralph Molina, Billy Talbot y Frank “Poncho” Sampedro. Yo creo que este disco lo he puesto más veces que “Harvest” o que “After The Gold Rush”… (más incluso que el “Rust Never Sleeps”, que es bastante parecido). Es un directo grabado en 1991, en plena Guerra del Golfo; aquella que, a decir de Bodrillár, nunca tuvo lugar. El clima bélico que flotaba en el ambiente de esta gira propicia aquí una versión del “Blowin’ in the Wind” con sonidos de sirenas y bombas… que la verdad, casi siempre acabo pasando.

Los directos suelen ser material peligroso y de calidad altamente variable; a todos nos la han metido doblada alguna vez con grabaciones lamentables que dejaban todo a la imaginación del oyente (casi siempre porque no se podía oir un pijo). Me ocurrió con alguno de Joy Division, cuando me obsesioné con el suicidio de Curtis hace años: sonaban todos como una puta mierda, así que nunca encontré la grabación que buscaba.

Pero éste es excepcional, pura crema: Neil Young en su versión más hardrockera y eléctrica. A mí me encanta su faceta acústica, desde luego; pero cuando saca los acoples a pasear, no hay quien se resista. Puede que el rock esté muerto, y sin embargo pongo esto y se me olvida, en serio… casi podría volver a comprar el Ruta 66 y todo. Pones la aguja y aquello comienza con los amplificadores rugiendo literalmente, como una tormenta eléctrica; con “Hey Hey, My My”, nada menos. Brutal la versión. Buena parte de los temas están sacados de dos elepés inmediatamente anteriores –"Freedom" (1989) y "Ragged Glory" (1990), que revitalizaron su carrera, seriamente empantanada durante los ochenta (siguiendo en paralelo los descalabros de Dylan y de Van Morrison).

El minutaje total se alarga bastante por la afición de los Crazy Horse a los finales épicos… alguna canción se alarga incluso un poco demasiado, pero no es nada grave. “Like a Hurricane” dura aquí unos catorce minutos... y qué catorce minutos, Dios mío. He aquí un sólo de guitarra de verdad, capaz de abrir el corazón del más cerril de los punks: nada de virtuosismo gratuito y masturbatorio, esto es sincero y emocionante, electricidad desbocada que se te mete en el cuerpo como una segunda voz; jamás en mi vida he escuchado nada parecido. Probablemente uno de los pocos solos de guitarra que me han puesto al borde de las lágrimas, lo que tiene mérito porque normalmente los detesto (odio, por saturación, el solo de “Stairway to Heaven”). El tono de guitarra que emplea es, como su estilo, poco ortodoxo: sobrecargado, sucio, rabioso, a punto de petar. Atención también a la que, a mi parecer, es la versión definitiva de su “Crime in the City”; canción relativamente menor de su discografía que se convierte aquí en un bombazo en toda regla.

Disco ideal para aquellos momentos en los que la postmodernidad nos hunde en el tedio absoluto; esos en los que la enésima caterva de grupos de modernitos megachachis y megachochis de revista de tendencias nos hace exclamar: ¿Qué cojones hemos hecho para merecer esto? Como muestra, dos botones:

Según tengo entendido, en las primeras copias se incluía otro disco llamado “Arc”; media hora de ruido y acoples empalmados. Mi copia no lo incluía, así que nunca lo he escuchado…

lunes, 2 de junio de 2008

Primavera Sound 2008

He vuelto hoy de mis dos días en el Primavera Sound barcelonés. En líneas generales, he quedado muy satisfecho (con semejante cartel es difícil fallar del todo). Pero, eso sí, me ha decepcionado bastante comprobar como, en términos de organización, el festival va cuesta abajo de manera alarmante: controles absurdos (no tiene sentido que para llegar al Auditori haya que pasar tanto control, basta con uno, cojones), tickets "de preferencia", esa pulserita de papel de mierda, y un trato cada vez peor de los empleados. Me da la impresión de que se están durmiendo un poco en los laureles; cuando estaban despegando las vibraciones eran mucho más positivas. Pero en fin, pasemos a lo realmente importante.


Viernes 30:


Portishead: Había una cola tan monumental en el Auditori que mandé el concierto a tomar por el culo, sin más. Aunque hubiera hecho la cola, no habría conseguido entrar.

Felice Brothers: Grupo de amiguetes haciendo americana, country y esas cosas en una onda festiva. Cuando el batería salía a cantar era para molerlo a palos; mientras estaba sentado en su taburete la cosa era soportable. Suerte que eso era la mayor parte del tiempo.

Mary Weiss: La integrante de las Shangri-Las, la respuesta blanca a los grupos de chicas negros de los 60. Fue bonito verla cantar “Remember (Walking in the Sand)” y algún que otro hit de antaño. Al principio desafinaba un poco pero a la tercera canción se fue entonando. Este tipo de cosas ya se sabe que pueden llegar a producir vergüenza ajena, pero esta vez no fue así. O sea que un hurra por Mary Weiss y sus sesenta tacos. Y por su pelo perfecto.

Bishop Allen: Me aburrieron bastante, no les vi nada especial, para mí un grupo de popis más, muy del montón. Abandoné a las cinco canciones.

Bob Mould Band: El primer concierto que me satisfizo. El sonido era un poco espartano, sin muchos matices -y el último disco de Bob no es para echar cohetes-, pero unos cuantos temas de Sugar y Hüsker Dü desempolvados con energía sirvieron para dejarme contento.

Devo: Una sorpresa. Para mí es un grupo prácticamente desconocido (no he pasado del Whip It). Me da la impresión de que el tiempo no ha tratado su propuesta particularmente bien, pero aún así, en directo demostraron energía, ganas y un buen sonido, pese a la edad y a las lorzas que lucían algunos integrantes. Me habría gustado pillar uno de esos gorros.

Cat Power: Esta chica, además de estar bastante apetecible, tiene una voz que me subyuga. De sus discos tan sólo he escuchado Moon Pix, que me gustó pero que ya tiene 10 años; que yo recuerde no cayó nada de él en el tracklist. De todas formas medio concierto me lo jodió una tía que no paraba de darme la brasa (y no estaba tan buena como para tener que soportarla). Las versiones que canta ahora la Marshall no terminan de convencerme del todo.



Sábado 31:


Young Marble Giants: Para mí el mejor concierto del festival; la hora que estuvieron tocando compensó con creces toda penuria. Valió la pena ir aunque fuera sólo para verlos a ellos. Una lección magistral de pop despojado hasta lo esencial; hipnótico, hermoso, sincero, emocionante, exquisito… El “Colossal Youth” cayó enterito, claro. Alguien le pidió a Alison Statton que cantara algo de Weekend pero ella respondió con una sonrisa que: “not tonight”.

Throbbing Gristle: Me gustó mucho poder ver a Genesis P-Orridge (vaya pintas llevaba). Una orgía de ruido para poner de los nervios a cualquiera. Al final, los veinte minutos de “After Cease to Exist”, con su correspondiente proyección al fondo del escenario (una filmación del grupo-semilla COUM Transmissions, de 1977, en la que se veía una operación de cambio de sexo entre otras lindezas).

Dinosaur Jr.: No lo vi entero porque se me fue la pelota con la hora, pero lo que pude escuchar estuvo bien; mucha tralla y J.Mascis pajeándose extensivamente con sus característicos solos. Vi al Mascis tratando de entrar en el Auditori para ver a YMG y a TG con una sudadera verde como para llevarlo a juicio. Ponía cara de mala hostia porque los seguratas estuvieron vacilándole un poco. Me pregunto si tocaron la beachbóyica "Take a Run at the Sun", mi canción favorita de entre las suyas.

Tindersticks: Cojonudo cierre. Para mí Tindersticks fue uno de los mejores grupos de los 90, sin ninguna duda. Y, qué diablos, es uno de los mejores grupos de ahora mismo (el último disco es fantástico). Música elegante, triste y decadente, para atizarte gin-tonics mientras te torturas con la memoria de aquella chica que te dejó. Los espasmos y movimientos de Stuart, para el recuerdo. Trompetas, saxos, violines, cellos, órganos, todo contribuyó a elevarme e incluso a hacerme olvidar la presencia de otra plasta más que se quejaba todo el rato de que no podía ver. ¡Joder, y a mi qué cojones me cuentas! Vete a tumbarte ahí en la hierba con tu puto combinado garrafonero, hombre.

En fin, gilipollas y pesados sin modales hay en todas partes. No hay manera de librarse de ellos. Creo que voy a escucharme el “Colossal Youth” otra vez.

jueves, 15 de mayo de 2008

Franco Battiato en el 10db

Fantástico concierto el que ofreció Franco Battiato anoche en el festival 10db de Burjassot. Basado en su último disco “Il Vuoto” (el vacío), que salió el año pasado, este sexagenario siciliano ofreció casi dos horas de excentridad, elegancia y pop de cinco estrellas.

Battiato es un caso realmente único: su carrera es un ejemplo de libertad artística sin cortapisas, asumiendo riesgos suicidas sin el menor titubeo. Empezó haciendo “canción melódica” allá por los 60; pasó a la experimentación en la siguiente década, con extraños discos cercanos al rock progresivo (Fetus, Pollution, Sulle Corde di Aries), y en los 80 se convirtió en un personaje popular en nuestro país, con tonadas de pop sintético e inmediatamente accesible. Sin embargo, sus hermosas aunque algo bizarras letras causaban la hilaridad de los necios (todavía más en sus versiones españolas). Posteriormente, ha compuesto óperas, ha dirigido dos largometrajes y, por supuesto ha seguido lanzando discos pop, eso sí, pasado por su particularísimo filtro.

Y es que como las Vainica Doble, el amigo Battiato no duda por un momento en mezclar frases en inglés, sonidos electrónicos, coros operísticos, acústicas, eléctricas, violines, etc… con largos poemas en los que sobrevuela la influencia del tradicionalismo. Su obra siempre ha tenido una intensa vinculación con lo espiritual (L’era del cinghiale bianco), y con escritores como Julius Evola o Ananda Coomaraswamy. También ha escrito bonitas canciones de amor, como La stagione dell’amore, La Cura o E ti vengo a cercare.

Sonaron casi todos sus hits: Centro di gravità permanente (genial), Voglio vederti danzare (esta la cantó en español), Bandera Bianca, Prospettiva Nevski… y bastantes otras extraídas de “Il Vuoto”, como Niente É Come Sembra, I Giorni Della Monotonia o la que abre el disco, de título homónimo. Eché en falta alguna, por ejemplo I Treni de Tozeur, que se presentó al festival de Eurovisión de 1984 y quedó en tercer puesto (no me extraña que los italianos terminaran por retirarse de esa casposidad). Además el marzo pasado estuve precisamente por Tozeur (Túnez) y no podía quitarme esa canción de la cabeza, aunque tampoco pude ver ni un maldito tren… claro que la canción parte de un espejismo sufrido por Battiato.

Tampoco hubieran sobrado Up Patriots to Arms o una que me gusta mucho, la pieza más pop de “Fetus” (1972) Una Cellula. Aunque me temo que hace tiempo que no toca nada de la época setentera, y es una lástima, porque “Fetus” es un disco de lo más interesante. Raro sí, lo es un rato, empezando por la portada y el concepto, pero a su vez es extrañamente adictivo. Poca gente sería capaz de atreverse con una cosa así…pero Battiato no es de los que renuncia a sus visiones, por disparatadas que puedan parecer en un principio. Julian Cope hizo un comentario de este disco en su página. Véase aquí.

El sonido estuvo bien; tan sólo hubo un par de fallos sin demasiada importancia. Claro que era un recinto bastante reducido y eso suele favorecer las condiciones acústicas. Llevaba un pianista, un teclista, un batería, dos guitarras y un bajo (que forman parte de un grupo de rock italiano del que no recuerdo el nombre), además de unas chicas que hacían voces.

No pude pedir mucho más. Ah, también muy sugerente el poema insular de Manilo Sgalambro, otro siciliano con el que Battiato compone las letras codo con codo desde hace unos años.

domingo, 11 de mayo de 2008

Ya nos pertenecíamos

"Antes de que lo supiéramos ninguno de los dos, ya nos pertenecíamos.

Cuando estaba ante ella, felizmente sosegado, con el corazón pleno de agasajos, y callaba, y toda mi vida se entregaba en los rayos de los ojos que sólo a ella la veían, sólo a ella la abrazaban, y ella entonces volvía a contemplarme con una tierna duda y no sabía dónde estaba yo con mis pensamientos, cuando a menudo, hundido en su alegría y su belleza, la espiaba al realizar alguna de sus encantadoras ocupaciones, y al más íntimo movimiento, como la abeja en torno a las ramas vacilantes, mi alma vagaba y volaba, y cuando ella entonces se volvía hacia mí con pensamientos serenos y, sorprendida por mi alegría, me obligaba a disimularla, y ella volvía a buscar y a encontrar la calma en su querido trabajo...

Cuando, con maravillosa clarividencia, descubría cada acorde y cada discordia en las profundidades de mi ser en el momento mismo en que aparecían, antes incluso de que yo mismo las percibiera, cuando ella apreciaba la menor sombra de una nubecilla en mi frente, la menor sombra de melancolía, de orgullo en mis labios, la chispa más insignificante en mis ojos, cuando vigilaba el flujo y el reflujo de mi corazón y presentía, llena de inquietud, las horas sombrías, mientras mi espíritu, excesivamente derrochador, manirroto, se consumía en abundantes peroratas, cuando aquel ser querido, fiel como un espejo, me denunciaba la más ligera alteración en mi mejilla y a menudo me amonestaba con amistosa solicitud por la versatilidad de mi forma de ser y me regañaba como se hace con un niño al que se quiere...

¡Ah, aquella vez en que tú, toda inocencia, contaste con los dedos los escalones que había desde mi refugio hasta tu casa, cuando me enseñaste los caminos por donde paseabas, los sitios donde solías sentarte, y me contaste cómo habías pasado allí el tiempo, y acabaste diciéndome que ya entonces sentías como si yo también hubiera estado desde siempre allí...

¿No nos pertenecíamos ya desde hacía mucho tiempo?"

Friedrich Hölderlin, Hiperión o el eremita en Grecia. Traducción de Jesús Munárriz. Ed. Hiperión, Madrid, 2007.

sábado, 10 de mayo de 2008

Speed Racer

Anoche fui a ver la última película de los Wachowski, Speed Racer. Nunca he sido un fan de este dúo; eso sí, hay que reconocer que son unos formidables vendedores de humo (véase "Matrix", un brillante videoclip aderezado con monsergas pseudofilosóficas, toques de espiritualidad barata e interminables combates de artes marciales a cámara lenta). Matrix es una película dirigida al pajero medio. No es tan mala -me refiero a la primera, las otras dos simplemente me irritan- pero no soporto que vengan a sermonearme sobre sus virtudes visionarias y demás zarandajas.

Speed Racer no tiene nada de eso, por suerte. No es más que una adaptación de una serie japonesa de los años 60, creada por Tatsuo Yoshida y que fue conocida aquí como Meteoro. Por lo poco que recuerdo de ella (la pasaban en Telecinco cuando yo era pequeño), era una serie bastante chorra, con argumentos absurdos y personajes bobos... supongo que los hermanos Wachowski serían fans en su infancia y todo eso. Así que han decidido homenajearla con esta película, dos horas y pico de CG, con colorines hipersaturados (se sale del cine ligeramente aturdido ante tamaño abuso cromático).

Lo bueno es que la película era lo que esperaba, ni más ni menos: una historia simplona, predecible y alargada por un despliegue de excesos que es su única razón de ser. Una mezcla de Spy Kids y un juego de Nintendo. Física alterada, colores alterados, coches realizando saltos y piruetas inverosímiles, explosiones (que molan bastante, por cierto), y la cámara en modo acordeón, moviéndose sin parar hasta marear al pobre espectador, cuyos sentidos son violados durante 135 minutos sin descanso.

Y poco más se puede decir de ella.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Justice - Stress

Acabo de ver el vídeo oficial del tema "Stress" del nuevo dúo electrónico gabacho à la Daft Punk , Justice. Aquí está, en todo su violento esplendor. Si no queréis quedaros con mal cuerpo, dejadlo para otro día, lo aviso. En Francia está causando una polémica considerable...



La verdad, no sé muy bien que pensar del clip. Sobre todo, me pregunto a quién pretenden "dirigirse" Justice con este vídeo. ¿Realmente esto sirve de algo, además de para promocionar la canción? Si no, por qué los protagonistas llevan la dichosa cruz -es el signo que identifica a este grupo- bien visible todo el rato en la cazadora de cuero? ¿Realmente pretenden "concienciar" a alguien con este repertorio de violencia gratuita? Yo tengo mis dudas.

Detesto un poco esa coolificación de la violencia para que los blancos de clase media vivamos fantasías de ghetto en la seguridad de nuestra casa pequeñoburguesa. Y más si va acompañada de estas pretensiones de hiperrealidad. No, no soy fan de Gaspar Noé; sus pelis me parecen una soberana mierda.

Por otro lado, el vídeo en sí está bien realizado. Es una mezcla del de "Smack my Bitch Up" de Prodigy y el de "Come to Daddy" de Aphex Twin (aunque esos eran bastante mejores). Los guiños que hace Romain Gavras a esos vídeos evidencia quiénes son los receptores potenciales. No sé, realmente no sé...

viernes, 2 de mayo de 2008

Nobuyoshi Araki

Nobuyoshi Araki (1940, Tokio) es un fotógrafo muy estimulante para el ojo occidental. Y lo es por varios motivos: en primer lugar, es un artista marcadamente japonés, cuya mirada no ha sido prácticamente contaminada por las de los autores extranjeros. Su influencia fundamental, lo que atraviesa todo su trabajo, es su vida, el mundo que le rodea. Y ese mundo, el Japón moderno, se presenta al habitante medio de occidente como lo más parecido a un planeta extraterrestre que pueda encontrarse. Pero además de eso, Araki es sin duda una víctima de la compulsión de crear y consumir muchas imágenes. El gusto nipón por la saturación se pone en evidencia en su manera de hacer, desechando formalismos y rigideces compositivas y respondiendo a un impulso marcado por la velocidad y la intuición. Realizando del orden de 70 u 80 fotografías por día -como afirma en una entrevista con Jérôme Sans- su producción es inabarcable. En su obra late una notable agresividad, una sensación constante de transcurso. Sus visiones están plagadas de diagonales, apenas hay reposo, todo es desorden, vida palpitante.



Araki ha editado multitud de libros; libros en los que le es posible adoptar una "estrategia" diferente a sus exhibiciones habituales en museos y galerías. En las páginas de esos libros las fotos están situadas de una manera tal que reconstruyen una historia. El tiempo de las historias está muy fragmentado y las imágenes se suceden a toda velocidad, sin dejar un momento para el respiro. Según Koshi Ueno, un crítico nipón, “La fotografía para Araki es más que una documentación de los hechos. Las fotos constituyen un drama (una historia de amor) que imita la realidad.” Esto lo acerca en cierta manera a la obra Nan Goldin (de hecho, ambos reconocen compartir obsesiones similares). Sin embargo, en el caso de ésta la identidad de sus modelos aparece revelada, no así en el caso del japonés. La ausencia de esa identidad revelada confiere a sus modelos una dimensión casi mítica: las colegialas, los dinosaurios de plástico (sus alter-egos), mujeres atadas... y flores, sexos, apareciendo y reapareciendo al otro lado constantemente.

Cámara en ristre, dispara contra todo aquello que le rodea a lo largo del día; así, vemos capturados por su cámara asesina (pues, según él, fotografiar es asesinar), desde árboles, calles, habitaciones, cementerios o nubes a cualquier persona que se encuentre en su radio de acción. Aunque expone los resultados de su fiebre en galerías, el japonés nunca se ha caracterizado por una devoción especial hacia los originales. Ha llegado incluso a exponer fotocopias de sus obras, impresas sobre papel y cubriendo los muros de las salas, disponiendo asi decenas de fotografías juntas. De esta manera, el visitante se ve obligado a escoger, -puesto que le es imposible captarlas todas de una vez- su itinerario particular, navegando entre los restos de memoria que el autor ha dispuesto. También ha utilizado a veces otro sistema que le permite mostrar ese transcurso imaginario: slide shows, es decir mostrarlas mediante un sistema de proyección, en una doble pantalla.

A pesar de la gran fama que ha alcanzado en su país, ha sido siempre un fotógrafo acompañado por la polémica. Causó un gran escándalo cuando expuso en una galería las fotografías que documentaban la enfermedad y posterior muerte de su esposa Yoko, que tuvo lugar en 1990. Además de eso, ha sido acusado repetidas veces de pornógrafo y de cosificar a sus modelos . Es cierto que las fotografías de Araki son explícitas en lo sexual, pero su manera de tratar el sexo está algo alejada de la pornografía convencional, en la que siempre impera una dimensión aplastantemente falocéntrica (incluso en la realizada por mujeres, que puede ser tanto falocéntrica como simplemente risible). No es ese el caso de Araki, a pesar de que su cámara, además de asesinar, es una “cámara-falo” según, de nuevo, él mismo. Incluso cuando se sitúa al otro lado, el japonés no deja de acercarse al ideal de hombre lesbiano. Y en cualquier caso, las chicas se pelean por que este bizarro personaje de gafas redondas, pajarita y tirantes, les fotografíe.

Las mujeres son el centro de gravedad permanente de su obra, como él ha remarcado en repetidas ocasiones: “Para mí, la mujer es fotografía (…) Las mujeres tienen todos los encantos de la vida. Tienen todos los atributos esenciales: belleza, fealdad, obscenidad, pureza… mucho más que la naturaleza (…) Un fotógrafo que no hace fotos de mujeres no es un fotógrafo, o lo es de tercera clase. Las mujeres te enseñan más acerca del mundo que leer La Comedia Humana de Balzac. Sea tu esposa, una mujer de una sola noche o una prostituta, las mujeres te enseñan cómo se mueve el mundo”.

Tokyo Lucky Hole, (Ohta Shuppan, 1990), uno de sus libros más célebres, ofrece un ameno e hipercinético recorrido por Kabuki-cho, en el barrio de Shinjuku. En la primera mitad de los ochenta, Shinjuku era el lugar donde se concentraba la industria sexual (burdeles, sex-shops, sitios de masaje). El título hace referencia a una especie de cubículos en los que hay abierto un agujero. Los clientes introducen el pene dentro de ese agujero y al otro lado –por lo menos así lo han de creer- hay una mujer para acariciarlo, chuparlo o lo que se tercie. Taschen lo editó en 1997. En este libro se puede seguir un viaje frenético por entre todos estos lugares, cargado de energía, vida y alegría. Y como toda alegría, amenazada constantemente por la muerte (a fin de cuentas otro de sus temas principales) y unida a esa extraña tristeza que la acompaña.

En Arakimentari, un documental realizado en 2004, su amigo y admirador, el grandísimo Takeshi Kitano, comenta lo siguiente: “Araki es capaz de disfrutar de su trabajo más que yo, al menos esa es la impresión que me da. No creo que sufra demasiado. En mi caso… Yo sufro mucho, incluso cuando disfruto del trabajo…

A veces me pregunto si realmente me gusta mi trabajo. Araki parece divertirse mucho. Esa es la diferencia. Su trabajo es tan bueno porque disfruta tanto con él. No es lo mismo en mi caso. No creo que mi trabajo sea tan bueno como la gente dice…”

Más frases de boca de nuestro hombre:

“No tengo ninguna ideología en especial, ideas sobre arte o filosofías al respecto”

“A menudo aparezco en fotografías mías en las que escenas de bondage o sexo tienen lugar. Pero no tengo el papel principal (…) Prefiero la fotografía al sexo."

“En cuanto al sexo, estamos en una época en que se ha empobrecido, creo, al menos comparado con el del período Edo. Aún así, hay una atmósfera confusa alrededor del sexo que me gusta”.

“El kinbaku (hacer nudos con cuerdas) es diferente del bondage. Ato a las mujeres porque sé que sus almas no pueden atarse. Sólo lo físico puede atarse. Poner una cuerda alrededor de una mujer es como rodearla con el brazo.”

“Las fotos en blanco y negro representan la muerte. Hacer una foto es asesinar (…) Es por eso que trato de resucitarlos. Quiero añadir el calor del cuerpo, pasión, erotismo. Esto me produce un deseo inconsciente de pintarlas.”

“(Pongo fechas) como parodia, para indicar que la perfección no fue alcanzada, ni tampoco buscada. Si hay una fecha impresa en la foto, no puede ser una obra maestra (…) La fotografía sólo dice que ese día, ese momento era hermoso. ¡Eso es la vida! Nada es mejor que un diario”.

“Siempre he querido ser conocido por montones de gente, la mayor cantidad posible.”

miércoles, 16 de abril de 2008

Entrevista con Ángel González

Esta entrevista, realizada al profesor Ángel González García, apareció el pasado 5 de abril en El País. Llevo dándole vueltas durante varios días a algunas de las cosas que comenta en ella. No estoy de acuerdo con todo lo que dice: no comprendo por qué asocia la esperanza a las discotecas, a no ser que lo único que pretenda con tal asociación sea fastidiar a ese sector mamarrachoburgués e histérico de devotos incondicionales de Adorno que pueblan el mundillo artístico). Le invito a que visite una discoteca de extrarradio; verá cómo cambia rápidamente su percepción de estos templos del sonido.

Sin embargo, celebro que diga lo que casi todo el mundo siente pero no se atreve a decir: el arte, en la mayoría de los casos, se ha convertido en una payasada monumental.

Ahora mismo estoy leyendo, de este mismo señor, El resto: una historia invisible del arte contemporáneo. Trabajo me ha costado encontrarlo, pues a pesar de merecer el Premio Nacional de Ensayo del año 2001, está sólo disponible en una edición del MNCARS: por lo menos es la única que yo he visto. Hay un maravilloso artículo ahí a propósito del Cuadrado negro sobre fondo blanco, de Malevich.

Ya sabéis: la próxima vez que piséis el Guggenheim, reíd, reíd con ganas. Es lo más moderno que se puede hacer. Aunque me resisto a ello, hago un cortaypega, porque lo quiero almacenar aquí...

FIETTA JARQUE 05/04/2008

Una recopilación de textos del historiador del arte Ángel González propone lecturas y puntos de vista inusuales sobre la práctica artística. Pintar sin tener ni idea reclama una experiencia corporal con la creación, las sensaciones de estar físicamente en el mundo

Pintar sin tener ni idea parece un título heterodoxo para un crítico e historiador del arte. Pero encaja perfectamente con la postura de Ángel González (Burgos, 1948), un pensador ecuánime y apasionado a partes iguales, lúcido y polémico. Un amante del arte en estado puro que no da demasiada importancia a las derivas actuales de una industria y un sistema que le parecen inútiles. Pintar sin tener ni idea (Lampreave y Millán) es una recopilación de textos escritos por él para conferencias o presentaciones de catálogos de exposiciones. Pese a su diversidad es posible seguir a través del conjunto varios hilos conductores que señalan por dónde van las ideas e intereses del autor. El ensayo que da título al libro se refiere a "la otra orilla de la vanguardia", como dice él, al arte creado por locos y presidiarios. Una creación que responde a un impulso ingobernable, desinteresado y fuera del sistema. El territorio por el que este profesor de historia del arte contemporáneo en la Universidad Complutense y Premio Nacional de Literatura en 2001 por

su ensayo El resto transita sin ceñirse a reglas establecidas.


PREGUNTA. Una persona aislada que siente el impulso irreprimible de crear formas con las manos, ¿está haciendo arte?

RESPUESTA. En el libro hablo al menos de un par de ocasiones de ese maravilloso espectáculo que constituyen las sobremesas que se prolongan entre amigos. Cuando involuntariamente la gente empieza a manipular los restos de la comida. Las mondas de las naranjas, las migas de pan, los corchos, los alambres de las botellas de champán. Parece que la cualidad principal del ser humano es no poder tener las manos quietas. Ese irrefrenable deseo de dar forma a las cosas. Dalí publicó en los años sesenta un artículo en la revista Minotaure, que tituló Esculturas involuntarias, donde se ven billetes de metro retorcidos, trozos de jabón, figuritas de migas de pan. ¿Que esto sea de orden artístico?, no lo sé. No pretendo reivindicar lo que hacen estos presuntos artistas indoctos, lo mío es una reivindicación apasionada y hasta cierto punto insistente y violenta de la laboriosidad. Del hacer. Y del hacer manual sobre todo.

P. El homo faber.

R. La portada del libro reproduce un detalle de un maravilloso vestido de novia que una loca francesa fabricó a espaldas de sus guardianes con todo tipo de trozos de telas, hilos y trapos que encontró. Siempre me ha parecido una cosa conmovedora y emocionante. Es algo orgánico, que parecen nidos de pájaro. En el segundo de los ensayos, titulado Evidentemente, que está dedicado a los artistas videntes, pienso en estas mujeres que tejen. El trabajo del tejer. Es muy significativo que la segunda acepción de la palabra "labor", en el María Moliner, sea la de las labores femeninas, que para mí constituye el paradigma de la laboriosidad. Entre otras cosas por lo que tienen de vehículo alucinatorio, puesto que estas tareas repetitivas, monótonas, producen estados de alteración de la conciencia. Es un tema del que hablo con frecuencia, el del arte asociado a los estados alterados de la mente.

P. ¿Como punto de partida?

R. No tengo duda de que el arte en su origen fue algo asociado a la alucinación, a estados de trance. Todo esto en el arte profesional se ha olvidado, solapado, quedado oculto por muchas cosas: el sistema de aprendizaje del oficio, la ideología, las estrategias de toda índole que mediatizan el trabajo artístico. Dicho sin malicia. Y solamente en estos artistas indoctos encuentro este estado original de trance.

P. Usted escribe: "Las ideas sobran en pintura, siempre han sobrado".

R. Cuando digo Pintar sin tener ni idea lo tomo también en una segunda acepción, que toco en varios ensayos. Y es que creo que se debe pintar sin ideas. Las ideas estropean la pintura. Ideas y pintura no se llevan bien y, si lo hacen, se producen cosas abyectas o siniestras. Porque al final los pintores de ideas suelen pintar las ideas de los que mandan. Y es que la pintura se ocupa de nuestras sensaciones físicas, corporales. Para expresar ideas tenemos otros medios, uno extraordinario es la filosofía. El arte recrea las sensaciones de estar físicamente en el mundo. Es algo de orden fisiológico.

P. Lo de expresar sensaciones se ve quizá más claramente en la pintura abstracta.

R. Creo que la pintura abstracta ha tendido más hacia lo espiritual y lo ideal. De hecho, las circunstancias en que surge la pintura abstracta en Europa son inequívocas: aparece en un contexto espiritualista. El Museo Guggenheim de Nueva York, que fue el gran templo de la pintura abstracta, fue fundado y financiado con el fin de sostener, defender y demostrar la espiritualidad del arte. Aquello tiene más de iglesia que de cualquier otra cosa. Y aquí nos encontramos con otro problema: el arte y la religión no tienen nada que ver. No es que no deban tener nada que ver o que a mí me lo parezca, es que así es.

P. Pero parte de la pintura occidental nació bajo la protección de la Iglesia.

R. Sí, pero el arte que pasa por religioso no parece que satisfaga los intereses de la religión. Si piensas un poco en ello, las grandes obras de arte religioso no son nada eficaces. No se sabe de ningún buen cuadro que haya producido milagros, por ejemplo. Los milagros están asociados a imágenes horrendas. Las vírgenes de Rafael nunca han devuelto la vista a los ciegos ni han hecho andar a los cojos. ¿Ha visto alguna vez a alguien arrodillado ante un cuadro en un museo? E incluso en las iglesias, no son los mejores cuadros los que más atraen la atención de los fieles, sino los más tenebrosos en oscuras capillas. Las vírgenes más feas y los cristos más sangrientos y retorcidos.


P. Se refiere en uno de sus textos a "ese engendro llamado Historia del Arte". ¿En qué sentido lo dice?

R. Quizá lo he dicho en un sentido más inocente o candoroso de lo que parece. Creo que el arte trasciende, afortunadamente, la historia. El arte nos permite sustraernos a la historia. Sánchez Ferlosio ha dicho siempre que la historia no es más que el escenario de todos los crímenes. En esa medida, pienso que la experiencia artística es ahistórica, transhistórica. Seguramente, los hombres que tuvieron las primeras sensaciones artísticas eran iguales a nosotros. Salvo para los que están empeñados en decir que el arte tiene que ser hijo de su tiempo y que esa filiación es una cualidad. Eso no es una cualidad, es una fatalidad.

P. Hace años que se retiró de la crítica de arte en los medios de comunicación. ¿Por qué?

R. Es algo que implica muchas obligaciones, hay que trabajar con poco tiempo, a veces, en cosas que no te apetecen demasiado. Terminó por parecerme algo deprimente. Lo que acaba resultando más fácil es terminar metiéndote con la gente, es más fácil hablar mal de alguien que hablar bien.

P. ¿Pero tiene la crítica de arte hoy algún papel relevante?

R. Hay que tener en cuenta que la crítica de arte aparece en Francia en el siglo XVIII con la pretensión de proteger al público de los artistas. Críticos como el propio Diderot decían que había que bajarle los humos a los artistas, que se creían los árbitros definitivos en materia de arte, y que el público también tenía derecho a opinar. Con el tiempo, los críticos tuvieron que terminar defendiendo a los artistas. Ahora no sé muy bien qué es lo que hacen. En un momento determinado me decepcioné de esta especie de pasión por opinar constantemente sobre todo.

P. ¿Qué impresión le produce la asistencia masiva a las grandes exposiciones?

R. No lo sé, no voy mucho a museos, la verdad. Voy menos que a parques temáticos. Pero es curioso ver que el gran asunto de los parques temáticos es la historia. La historia pasada se ha constituido en el gran entretenimiento popular de nuestro tiempo: los egipcios, los mayas... Es lo que sucede con el cine y las novelas históricas. Yo no voy a museos, y no voy porque el arte está escrito en nuestro cuerpo. Donde más aprendo de arte es en el campo, viendo los árboles, el mar, los pájaros volando. Si el arte es algo es reencarnación, reorganización de esas experiencias del mundo. Un constante y sabroso contacto con la luz, con el agua.

P. ¿Los artistas han perdido ese contacto?

R. El problema de los artistas es que se han embarcado en ese disparate de hacer arte, de vivir de eso. Pobrecillos, es algo que no recomendaría a nadie. El último de los ensayos incluidos en el libro atañe a lo que digo de los museos. Intento explicar que lo que más me gusta del Museo del Prado -y en eso coincido con Tita Thyssen, aunque el artículo es anterior al encantador encadenamiento de la baronesa- son los árboles. En él no hago más que darle la razón a Paul Valéry, quien decía que, dentro del museo, uno recuerda el buen tiempo que hace fuera. Si digo eso de un gran museo como es el Prado, qué podría decirte de estos museos improvisados hechos a golpe de talonario que han proliferado los últimos años en España. Hay algo que me preocupa mucho en todo esto y es que el dinero de los contribuyentes se esté gastando a menudo con esta alegría y sin preguntar siquiera. Los millones que se han gastado en el Musac de León han salido de nuestro bolsillo.

P. ¿Cómo es que usted se indigna tanto por esto como una persona de la calle que no tiene mayor conocimiento del arte contemporáneo?

R. La gente de la calle está verdaderamente derrotada. Han sido silenciados porque les han inculcado que reírse de ciertas cosas modernas es un delito. De que hay una obligación, un imperativo moral, político, social, de ser una persona de su tiempo. ¿Por qué ha de gustarle a uno el arte de su tiempo, caiga quien caiga? La gente sencilla, a quien estaba destinado el arte -porque el arte si es algo es la casa de los pobres-, ha sido anulada. Ya no se oyen risas en las exposiciones.

P. Como ante la Olympia de Manet.

R. Sí. Como decía Bataille: "Se rieron con una risa inmensa". El libro contiene un extenso ensayo sobre Manet, en el que yo sostengo que la gente se reía de la Olympia porque Manet era un caricaturista. Era lo que Manet pretendía, que la gente se riera. Las últimas risas que escuché en una exposición fue en una de Bruce Nauman en el Reina Sofía, donde había un vídeo que recoge las desventuras de un payaso en un cuarto de baño. ¡El celador mandó callar a una pareja que se estaba riendo de algo evidentemente cómico! El arte se ha convertido en una payasada monumental. Una payasada a la que no deberíamos contribuir. No sé si deberíamos plantear una especie de huelga contra los museos contemporáneos, o contra los museos en general. ¿Por qué no? No tienen que ver con el arte sino con la industria de las imágenes. Es una pena que el arte, que fue concebido para hacer más grata la estancia del hombre sobre la tierra, se haya convertido en algo que es una fuente de obsesiones, de preocupaciones, manías. Y luego están todos esos artistas que se dedican a agobiarnos. Montones de artistas que se dedican a denunciar la triste situación de los pobres. ¿Pero eso a quién va dirigido, a los ricos o a los pobres? Los pobres ya lo saben, no tiene que venir un Santiago Sierra a explicárselo. El arte se ha convertido en una forma de dar caña. Como si no tuviéramos ya suficiente. Nos dan caña en el trabajo, en el museo, en casa. ¿Y dónde pasamos un buen rato? Yo siempre digo, en la discoteca. Yo les digo a mis estudiantes, mientras haya discotecas hay esperanza.