viernes, 26 de junio de 2009

La muerte de Jacko Wacko

A estas horas, la red está literalmente saturada de mensajes de duelo debido a la inesperada muerte de Michael Jackson, la mayor estrella que ha dado la historia de la música popular. Ni Elvis, ni Lennon, ni nadie ha llegado (ni creo que llegue) a las monstruosas cotas de celebridad de Jacko Wacko. No hay nadie en este planeta que no haya oído alguna vez una canción suya. Todos sabemos que una boda casi ya no parece una boda si no aparece por algún lado el clásico imitador del rey del pop para darnos vergüenza ajena, que el famoso Moonwalk es recurso habitual de danzarines en todas las discotecas del globo, y que probablemente en el hall de algún hotel de Benidorm hay en estos momentos algún pobre hombre vestido como Michael en el vídeo de "Smooth Criminal", sobándose la entrepierna delante de un puñado de guiris cocidos.

Yo puedo decir que he derramado alguna lagrimilla cuando he conocido la noticia. Y eso sin ser demasiado fan. Me he sentido como si se hubiera ido una pequeña parte de mi infancia. Yo no había nacido cuando se publicó "Thriller" (1982), pero sí recuerdo muy bien el vídeo, con unos siete u ocho años, de "Black or White". Me gustaba entonces (me encantaba) y me sigue gustando ahora. Era la época de "Dangerous" (1991), justo antes de su declive, que comenzó cuando fue denunciado, en 1993, por las curiosas relaciones peterpanescas que mantenía con menores en su rancho de Neverland. A mi modo de ver, acusaciones malévolas por parte de unos padres que querían sacar tajada a toda costa: no eligieron mal el objetivo, tratándose alguien que debe generar decenas de millones de dólares en cada puta semana. Decenas o lo que sea, las cifras en cualquier caso siempre serán mareantes. Su rotunda negativa a crecer y su dulce vocecilla siempre me parecieron fascinantes, como tantas otras cosas en él: niño-adulto, negro-blanco, hombre-mujer, rizado-liso, sexual-asexual... montones de opuestos. Opuestos que se sintetizaron en él como él sintetizaba a su vez, con la ayuda de su inmenso talento, tendencias y estilos musicales de diversa procedencia, con el fin de crear auténticos bombazos que coparan las listas de ventas.

Y eso que yo, como digo, nunca he sido un fan propiamente dicho de Michael. Sin embargo, hago memoria ayudado del Spotify (entre otras cosas porque no tengo ni un sólo disco suyo, la verdad), y me encuentro con decenas de canciones maravillosas, hits incontestables que levantarían a un muerto. Hasta yo, un ser blanco, blanquísimo, sin sentido alguno del ritmo, oyente habitual de música contemporánea y de gente como Nico, Scott Walker o los Fleet Foxes (siempre he sido el alma de la fiesta), tiene que rendirse ante semejante avalancha de ritmos dehtructoreh. ¡Awww! Beat it, Remember the Time, Billie Jean, Thriller, Rock with You, Bad, Man in the Mirror... y podríamos seguir un ratito. Sí, tiene cosas que apestan, para mi gusto casi todo a partir de "Dangerous", pero bueno, a quién le importa ya. Era difícil sobrevivir a semejante éxito, más difícil todavía habiendo sido privado de su infancia (en la infancia vivimos y después sobrevivimos, Panero dixit). por un padre despótico e inhumano. Jacko jamás podría haber sido feliz; ni siquiera de haber conseguido el resurgimiento en esos conciertos que tenía previstos en Londres y que eran su última esperanza. Pero una cosa es segura; está por escribir la biografía de una de las personas más extrañas y fascinantes de la historia. Ardo en deseos de poder leer una decente algún día entre la morralla que con toda seguridad va a aparecer ahora.



1958-2009: el rey del pop, no contest. Cantante, bailarín, coreógrafo, arreglista, inmenso talento, adalid del postmodernismo salvaje, superestrella. Descanse en paz.

miércoles, 10 de junio de 2009

Scott Walker, hombre del siglo XXX

Después de casi dos meses sin catar internet, es hora de volver a actualizar. Qué mejor manera de reengancharse a esta fiebre absurda de la red de redes que hablando de un personaje precisamente febril, desmesurado, capaz de bordear el ridículo -como los grandes poetas- con sin par donosura y terrible intuición: Scott Walker.

El pretexto es el documental dirigido en 2007 por Stephen Kijak, Scott Walker: 30th Century Man. Un documental fascinante que todo el mundo debería ver, aunque sea porque jamás antes las cámaras habían tenido acceso a la grabación de uno de sus álbumes; en este caso se trata del más reciente, "The Drift" (2006), un capítulo más en su carrera de intrépido explorador de los confines de la música popular. Además, teniendo en cuenta su ritmo de producción, es muy probable que no pueda darse otra oportunidad hasta el 2017 o algo así. Aunque probablemente todavía a día hoy muchos no habrán -habremos- asimilado la pesadillesca enormidad de "Tilt" (1995).

La historia de Noel Scott Engel (Hamilton, Ohio, 1943) no puede ser menos que fascinante. De teen idol en los últimos 50 y ya en los 60 con los Walker Brothers, a su maduración como compositor y su descumbrimiento de Brel a finales de los 60 y principios de los 70 (con una excelente serie de discos en solitario), para terminar en una insondable introspección en los últimos 30 años que ha dado lugar a obras verdaderamente inclasificables y polémicas. Estamos ante un hombre que ha pasado de responder cartas de fans que adoraban su voz y su belleza angelical a indicar a un percusionista cómo debe asestar los puñetazos en un pedazo de carne cruda para lograr el sonido que busca. De "The Sun Ain't Gonna Shine Anymore", con su eco Spectoriano, al terrorífico paisaje abstracto de "Clara". Scott Walker ha recorrido un gran camino, como un Orfeo que volviera de los infiernos. Los santos cojones que tiene para hacer lo que hace, sin plegarse en absoluto a lo que los demás esperan de él, sólo puede merecer admiración y respeto profundos, independientemente de que los derroteros que ha tomado últimamente gusten más o menos.


Scott ha inspirado a cantidad de artistas, algunos de los cuales aparecen aquí dando su testimonio: Marc Almond, Jarvis Cocker, Brian Eno, Julian Cope (que lo volvió a sacar a la luz en los años 80 con una importante recopilación), David Bowie, etcétera. En el documental aparece también Sting, no sé por qué razón; supongo que para darle algo de gancho comercial al asunto... Por suerte, sólo dice un par de frases, nada más. Algunos de los comentarios que aparecen a lo largo del metraje, tomados a vuela-vídeo:

Jarvis Cocker: El disco que hizo con nosotros se llamaba “We Love Life”. Nadie lo compró (risas).

Marc Almond: Odio “Tilt”. Absolutamente. Fui a escuchar el disco y pensé: ¿soy sólo yo? Todos sentados allí, reverentes, y yo solamente pensaba: “¡Esto es horrible!” “¡Esto es malísimo!”

Entrevista de Les Inrockuptibles en la época de “Tilt”: “Usted ha estado desaparecido desde el fracaso de su último álbum, “Climate of Hunter” (1984). ¿Qué ha hecho durante estos diez años?”. Respuesta de Scott: “He existido, eso es todo”.

Scott Walker: Siempre existe esta urgencia, te vuelve loco de verdad. Pero no puedes forzarlo porque no sale bien. Tiene que ser exactamente lo que es y te tienes que sentar a hacerlo.



Personalmente, voy a agenciarme “The Drift”, a poder ser en vinilo, e intentar, de nuevo, introducirme en la pesadilla, como en una peli de Lynch. Seguramente terminaré poniendo más a menudo el "Scott 3", pero aunque poco accesible, reconozco que me atrae terriblemente su vertiente gótica actual, como me atraen los discos de Nico tras dejar la Velvet. Paisajes de desolación y desgarradora belleza. Jodidamente medievales e inhóspitos.Todos harían bien en descargarse el maravilloso documental, disponible aquí (enlace).