jueves, 7 de agosto de 2008

Neuromancer

El cyberpunk debe ser uno de los subgéneros más sobados de la ciencia ficción de las últimas décadas. Puesto que sus historias -y sobre todo la parafernalia que las rodea- se prestan bastante al espectáculo visual, hemos visto adaptadas al cine muchas de ellas. y desde las pantallas han grabado en nuestras retinas fascinantes imágenes de megalópolis opresivas, cyborgs y luces de neón (Blade Runner, Johnny Mnemonic -*cof*-, Matrix, eXistenZ, Robocop, Tetsuo, Terminator, Desafío total, Tron). En realidad muchas de ellas no son realmente cyberpunk stricto sensu, pero sí que toman algunos de sus temas e imaginería. No hará falta que diga que la calidad de esas películas es bastante variable y buena parte apesta bastante o ha envejecido a toda leche (véase, por ejemplo, El cortador de césped y su Realidad Virtual tan de los 90). También en los videojuegos ha sido muy, muy recurrente la estética cyberpunk (Metal Gear, System Shock, Deus Ex, Syndicate, Rez...)



Para mi gusto, la formulación más contundente a nivel visual, se encuentra en el anime japonés. Gusten más o menos, nadie puede negar la potencia visual de colosos de la animación como Akira o Ghost in the Shell, o de otras más recientes, como Paprika. Cada vez que veo estas películas sufro algo parecido al síndrome de Stendhal. Supongo que eso tiene que ver bastante con mi fascinación con el Japón actual, particularmente, y Asia en un sentido general. Lo cierto es que, a pesar de ese gusto por la estética cyberpunk (algo más que por las historias en sí), nunca había leído la que, por unanimidad, es considerada la novela totémica del género, ésta sí puramente cyberpunk: Neuromante, de William Gibson. Pero estos días he aprovechado para hacerlo, y por duplicado, ya que la primera vez me dejó un poco aturdido. Vamos, que no la acabé de pillar del todo.

"El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisión sintonizada en un canal muerto"

Con esa célebre frase comienza la historia. Case, nuestro antihéroe, es una especie de hacker que comete el error de robar a sus jefes en Amsterdam. Tras ser descubierto, le inyectan una micotoxina que le impide utilizar sus habilidades, por lo que pasa sus días quemado en la jungla de neones de Chiba, en Japón, lugar de clínicas negras, videogalerías y perversiones bizarras (Gibson parece gustar bastante de lo japonés, introduciendo zaibatsu, ninjas y shuriken un poquito con calzador). Así pasa sus días, como un perdedor, aislado entre octógonos sintéticos y la barra del Chatsubo, hasta que se encuentra con Molly, una mercenaria modificada de reflejos modificados, lentes especulares y cuchillas retráctiles en los dedos. Bajo las órdenes de un tal Armitage, busca a Case para llevar a cabo una misión que ni ella misma tiene demasiado clara. Armitage promete a Case que si acepta su ofrecimiento, reparará su sistema nervioso para que pueda volver a conectarse a la matriz. Case no desaprovecha la oportunidad de volver a utilizar sus habilidades, pero en el momento de la operación, le son colocados en la sangre unos saquitos de micotoxina que van disolviéndose poco a poco, y que, como bien se encargan de advertirle, sólo le serán retirados si la misión se lleva a cabo con éxito. Además, su cuerpo es modificado para que no pueda metabolizar ningún tipo de droga (en realidad, sólo algunas).

La cosa se va embrollando de manera considerable; el argumento es sumamente complejo pero no voy a destriparlo aquí. A lo largo de estas casi 320 páginas aparecerá la familia Tessier-Ashpool, los plutócratas dueños de Freeside; el ciberespacio, que en la novela adopta la forma de una retícula con colorines y formas geométricas (no se puede ocultar que es una novela de 1984, desde luego), se descubrirá también qué es lo que se esconde detrás de Armitage y, de paso, por qué la novela se titula "Neuromante".

La verdad es que en algunas partes, el libro se hace un pelín ilegible; quien no sea muy aficionado a la imaginería futurista y no guste de encontrarse con jerga pseudotecnológica no podrá soportarlo. En cualquier caso, Gibson se acerca al mundo de la tecnología por intuición mucho más que por conocimiento directo, lo que a mi modo de ver lo hace mucho más interesante y le confiere una fuerza visionaria que, desde un punto de vista puramente geek, probablemente no existiría.

Grandes corporaciones, ingeniería genética, inteligencia artificial... y por supuesto, ya lo hemos dicho, el ciberespacio, apelativo que proviene de un cuento de Gibson anterior a esta novela (Burning Chrome). Es muy conocida también, además de la ya mentada frase inicial, esta semblanza de ese mundo virtual, pronunciada por la voz de un programa para niños:

"El ciberespacio. Una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se enseña altos conceptos matemáticos... Una representación gráfica de la información abstraída de los bancos de todos los ordenadores del sistema humano. Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja..."

De un tiempo a esta parte, se está hablando de una adaptación al cine de la novela. Hayden Christensen será Case, y el director será Joseph Kahn, cuyas credenciales son cosas como Torque. Truñaco casi seguro, si no se produce un milagro.

Para terminar, una visión del ciberespacio en la adaptación al videojuego de la novela; recuerdo que este juego venía instalado en el primer PC que tuve, allá por 1993, y ya entonces era viejuno (el juego es de 1988). Lo borré enseguida porque no entendía nada de nada. Ahora tiene un cierto encanto, con ese sonido cutre del speaker. No estaría mal una versión actualizada...


1 comentarios:

Leek dijo...

Hola Ojos sin Rostro, solo quiero que se enteren que ya saldra una pelicula de Neuromancer, la pelicula se espera para este 2009, ya publique una entrada en mi blog, espero que te des una vuelta por ahi.