jueves, 31 de julio de 2008

Megamix de agosto

Hay una larga tradición a la que todavía, desde los días de las cintas TDK hasta los de la web 2.0, no he renunciado: el megamix musical del verano. Todo verano conlleva su megamix, y algunas canciones van irremisiblemente ligadas a los estíos pasados. El que he hecho este 2008 no contiene más que las canciones que a mí me apetece escuchar ahora. Son canciones fáciles de escuchar en su mayoría, que podrían sonar perfectamente en la radio (nada de cosas de 18 minutos). Algunas son antiguas, otras más recientes. No existe ningún hilo conductor definitivo para esta colección: hay algo de bossa nova, de pop sofisticado con toque jazzy o latino, de música para yuppies y también cosas para nerds con gafas de pasta. Una lista con credenciales indies pero que se acerca en partes a lo que podrías escuchar un sábado de compras en el Corte Inglés.

20 temazos.










































Para bajar, pincha aquí.

lunes, 21 de julio de 2008

Chinesisches Roulette

Por recomendación zurdesca, he decidido al fin introducirme en la filmografía de Fassbinder, por medio de su Chinesisches Roulette (La Ruleta China), de 1976.

Impresiones. La pel
ícula es verdaderamente gélida y teatral, casi dreyeriana en algunos momentos (con esos cruces de primeros planos -y de espejos-). Desde luego, bien poco tiene de mediterránea; todo se rumia interiormente, a escondidas (el espacio de la película también es todo el tiempo un interior), y los personajes se manifiestan parcamente, pero siempre afilados cual cuchillo de cocina noruego.

Me ha traído a la memoria algunas otras películas cuyo desarrollo parte de una reunión de burgueses terminales, especialmente a mi favorita de todas ellas, La Grande Bouffe (que me reveló hace poco una sorprendente e inadvertida carga metafísica al revisarla, imprudentemente, tras un copioso banquete). También recuerda, claro está, a alguna que otra de Buñuel, tipo “El Discreto Encanto de la Burguesía o “El Ángel Exterminador”. No he visto ninguna otra película posterior a los setenta que utilice el pretexto de la reunión de burgueses con resultado inesperado; me pregunto si hay alguna. De todas formas se ven pocos burgueses ya en el cine.

La punta del iceberg se descubre al final; en ese sentido me ha recordado también a una novela bastante interesante de Sándor Márai –la única que me ha gustado de entre las suyas que he leído-, otro burgués, este suicidado a una edad ya muy avanzada. La novela se titula “El último encuentro”, y hay como un paralelismo entre el devastador diálogo de los protagonistas (dos viejos amigos heridos por los celos y el rencor), en el que explota al fin todo lo que se nos había estado anticipando, y el juego urdido por la pequeñaja para desquitarse con aquellos que la desprecian. Me encanta la mala hostia de la cría, acechando entre tirabuzones y muñecas siniestras y cuya cara me trae ecos de la Heather Matarazzo de las pelis del Solondz. Su institutriz (Macha Méril), una mudita de melena corta y muy sofisticada, me parece irresistiblemente sexy, y ya me llamó la atención en su fugaz aparición en “Belle de Jour”, donde hace el papel de amiga de Séverine. Como a Hitchcock, siempre me han puesto bastante las institutrices y similares porque dejan mucho espacio para el sueño.

A destacar también el "escritor", que deja adivinar todo un mundo de turbulencias (ese momento de duda con el chico de la gasolinera), y cuyo monólogo en la película anuncia una especie de nuevo orden en un loop corta-y-pega de otros autores.

Me ha gustado, vaya. Sí creo que algunos personajes adolecen de una cierta falta de desarrollo que, en este caso, merma un poco el desenlace final. No habrían sobrado unos cuantos minutos más (la película dura alrededor de 80), pero en cualquier caso es lo suficientemente magnética y enigmática como para pasar mi filtro anti-spam. Creo que seguiré explorando la obra de este Untergeher teutón.

martes, 15 de julio de 2008

Emil Cioran

Me extraña bastante no haber mencionado aún en este blog a Cioran. Es uno de esos autores que he ido relegando, con el paso del tiempo, dentro de mi panteón de luminarias. Lo leí con bastante fruición durante la adolescencia; me complacía enormemente su escritura explosiva, como fogonazos apocalípticos. Quizá sea lo último la única cosa que verdaderamente me sigue atrayendo de él: su gusto por el Apocalipsis y su desprecio a la utopía. Por otro lado, ya había entonces cosas que me molestaban bastante; cosas que ahora se han convertido en obstáculos insalvables entre ambos.

Hay en él un exceso de capricho y de irresponsabilidad. Cioran hace trampa, y no me vale que él mismo lo reconociera continuamente. Minimiza la base de cualquier cosa, anula todo proceso, todo razonamiento, sea de la naturaleza que sea; y así todo se convierte en pura excreción de humores, estados pasajeros intercambiables unos por otros, misticismo abortado. Todo eso, que entonces me daba bastante gustito, ya no me aporta nada. Únicamente veo una colección de perplejidades; un espíritu perdido, como él mismo definió, en “la embriaguez del atolladero”.

Un hombre que solía quejarse del exceso terminológico de la filosofía moderna (dijo darse cuenta de la farsa que la sustentaba al leer “El ser y el tiempo” de Heidegger), pero que a su vez también abusa notablemente del lenguaje al decir cosas como “La vida es el kitsch de la materia” o “Resulta increíble que la perspectiva de tener un biógrafo no haya hecho renunciar a nadie a tener una vida”, entre otras muchas de sus perlas.

Es curioso que, a pesar de su pasado en la Guardia de Hierro de Codreanu, sus aforismos sean munición fácil para ilustrados vitalistas de la estirpe de Savater (el encargado de introducirlo en España, cosa que ya debería haberme hecho sospechar). Al ser tan fácilmente citable y comprensible, sus aforismos, como se encargan de recordarnos, sirven como “cura contra la vanidad” y también para “mofarnos de nuestras ambiciones y el absurdo de nuestras vidas”. Además, otorgan siempre una engañosa sensación de profundidad (aspecto que siempre denunció de la filosofía occidental).

Quizá sirva como azotamentes hasta cierto punto (y es cierto que vivió de forma muy austera y que rechazó todos los premios literarios que se le otorgaron, lo cual le honra) pero lo que es yo, he perdido ya el interés en sus desoladas cavilaciones. Ejemplos en este blog, que recopila sus cuadernos.

sábado, 28 de junio de 2008

De piedra

Sí, de piedra me he quedado al ver el nuevo look de Rosa Díez:


¿Demasiadas visitas al foro Vogue? ¿Quizá está lanzando un extraño mensaje con ese estrafalario vestido? ¿Qué esconde en el pelo? Esta noche tendré pesadillas, eso seguro.

viernes, 27 de junio de 2008

Neil Young: electricidad, soldaduras y rock'n'roll


Necesito poner algo...cojo un vinilo casi al azar. Hum, esto es lo que buscaba: en la portada, unos amplis Fender de 10 metros de altura (atrezzo, claro está) y un tipo gritando extasiado, con la guitarra colgada al hombro… hay tres más con él, en una pose como muy primitiva y de cortadores de troncos. El típico listillo dirá: vaya colección de clichés rockeros trasnochados. Pues no, no y mil veces no. Esa portada es la portada de “Weld”, uno de mis discos-fetiche, perpetrado por uno de los canadienses más ilustres de todos los tiempos, junto con gente como Glenn Gould, David Cronenberg o Leonard Cohen: Neil Young… y, por supuesto, los que lo acompañan –y muy bien- son Crazy Horse: Ralph Molina, Billy Talbot y Frank “Poncho” Sampedro. Yo creo que este disco lo he puesto más veces que “Harvest” o que “After The Gold Rush”… (más incluso que el “Rust Never Sleeps”, que es bastante parecido). Es un directo grabado en 1991, en plena Guerra del Golfo; aquella que, a decir de Bodrillár, nunca tuvo lugar. El clima bélico que flotaba en el ambiente de esta gira propicia aquí una versión del “Blowin’ in the Wind” con sonidos de sirenas y bombas… que la verdad, casi siempre acabo pasando.

Los directos suelen ser material peligroso y de calidad altamente variable; a todos nos la han metido doblada alguna vez con grabaciones lamentables que dejaban todo a la imaginación del oyente (casi siempre porque no se podía oir un pijo). Me ocurrió con alguno de Joy Division, cuando me obsesioné con el suicidio de Curtis hace años: sonaban todos como una puta mierda, así que nunca encontré la grabación que buscaba.

Pero éste es excepcional, pura crema: Neil Young en su versión más hardrockera y eléctrica. A mí me encanta su faceta acústica, desde luego; pero cuando saca los acoples a pasear, no hay quien se resista. Puede que el rock esté muerto, y sin embargo pongo esto y se me olvida, en serio… casi podría volver a comprar el Ruta 66 y todo. Pones la aguja y aquello comienza con los amplificadores rugiendo literalmente, como una tormenta eléctrica; con “Hey Hey, My My”, nada menos. Brutal la versión. Buena parte de los temas están sacados de dos elepés inmediatamente anteriores –"Freedom" (1989) y "Ragged Glory" (1990), que revitalizaron su carrera, seriamente empantanada durante los ochenta (siguiendo en paralelo los descalabros de Dylan y de Van Morrison).

El minutaje total se alarga bastante por la afición de los Crazy Horse a los finales épicos… alguna canción se alarga incluso un poco demasiado, pero no es nada grave. “Like a Hurricane” dura aquí unos catorce minutos... y qué catorce minutos, Dios mío. He aquí un sólo de guitarra de verdad, capaz de abrir el corazón del más cerril de los punks: nada de virtuosismo gratuito y masturbatorio, esto es sincero y emocionante, electricidad desbocada que se te mete en el cuerpo como una segunda voz; jamás en mi vida he escuchado nada parecido. Probablemente uno de los pocos solos de guitarra que me han puesto al borde de las lágrimas, lo que tiene mérito porque normalmente los detesto (odio, por saturación, el solo de “Stairway to Heaven”). El tono de guitarra que emplea es, como su estilo, poco ortodoxo: sobrecargado, sucio, rabioso, a punto de petar. Atención también a la que, a mi parecer, es la versión definitiva de su “Crime in the City”; canción relativamente menor de su discografía que se convierte aquí en un bombazo en toda regla.

Disco ideal para aquellos momentos en los que la postmodernidad nos hunde en el tedio absoluto; esos en los que la enésima caterva de grupos de modernitos megachachis y megachochis de revista de tendencias nos hace exclamar: ¿Qué cojones hemos hecho para merecer esto? Como muestra, dos botones:

Según tengo entendido, en las primeras copias se incluía otro disco llamado “Arc”; media hora de ruido y acoples empalmados. Mi copia no lo incluía, así que nunca lo he escuchado…

lunes, 2 de junio de 2008

Primavera Sound 2008

He vuelto hoy de mis dos días en el Primavera Sound barcelonés. En líneas generales, he quedado muy satisfecho (con semejante cartel es difícil fallar del todo). Pero, eso sí, me ha decepcionado bastante comprobar como, en términos de organización, el festival va cuesta abajo de manera alarmante: controles absurdos (no tiene sentido que para llegar al Auditori haya que pasar tanto control, basta con uno, cojones), tickets "de preferencia", esa pulserita de papel de mierda, y un trato cada vez peor de los empleados. Me da la impresión de que se están durmiendo un poco en los laureles; cuando estaban despegando las vibraciones eran mucho más positivas. Pero en fin, pasemos a lo realmente importante.


Viernes 30:


Portishead: Había una cola tan monumental en el Auditori que mandé el concierto a tomar por el culo, sin más. Aunque hubiera hecho la cola, no habría conseguido entrar.

Felice Brothers: Grupo de amiguetes haciendo americana, country y esas cosas en una onda festiva. Cuando el batería salía a cantar era para molerlo a palos; mientras estaba sentado en su taburete la cosa era soportable. Suerte que eso era la mayor parte del tiempo.

Mary Weiss: La integrante de las Shangri-Las, la respuesta blanca a los grupos de chicas negros de los 60. Fue bonito verla cantar “Remember (Walking in the Sand)” y algún que otro hit de antaño. Al principio desafinaba un poco pero a la tercera canción se fue entonando. Este tipo de cosas ya se sabe que pueden llegar a producir vergüenza ajena, pero esta vez no fue así. O sea que un hurra por Mary Weiss y sus sesenta tacos. Y por su pelo perfecto.

Bishop Allen: Me aburrieron bastante, no les vi nada especial, para mí un grupo de popis más, muy del montón. Abandoné a las cinco canciones.

Bob Mould Band: El primer concierto que me satisfizo. El sonido era un poco espartano, sin muchos matices -y el último disco de Bob no es para echar cohetes-, pero unos cuantos temas de Sugar y Hüsker Dü desempolvados con energía sirvieron para dejarme contento.

Devo: Una sorpresa. Para mí es un grupo prácticamente desconocido (no he pasado del Whip It). Me da la impresión de que el tiempo no ha tratado su propuesta particularmente bien, pero aún así, en directo demostraron energía, ganas y un buen sonido, pese a la edad y a las lorzas que lucían algunos integrantes. Me habría gustado pillar uno de esos gorros.

Cat Power: Esta chica, además de estar bastante apetecible, tiene una voz que me subyuga. De sus discos tan sólo he escuchado Moon Pix, que me gustó pero que ya tiene 10 años; que yo recuerde no cayó nada de él en el tracklist. De todas formas medio concierto me lo jodió una tía que no paraba de darme la brasa (y no estaba tan buena como para tener que soportarla). Las versiones que canta ahora la Marshall no terminan de convencerme del todo.



Sábado 31:


Young Marble Giants: Para mí el mejor concierto del festival; la hora que estuvieron tocando compensó con creces toda penuria. Valió la pena ir aunque fuera sólo para verlos a ellos. Una lección magistral de pop despojado hasta lo esencial; hipnótico, hermoso, sincero, emocionante, exquisito… El “Colossal Youth” cayó enterito, claro. Alguien le pidió a Alison Statton que cantara algo de Weekend pero ella respondió con una sonrisa que: “not tonight”.

Throbbing Gristle: Me gustó mucho poder ver a Genesis P-Orridge (vaya pintas llevaba). Una orgía de ruido para poner de los nervios a cualquiera. Al final, los veinte minutos de “After Cease to Exist”, con su correspondiente proyección al fondo del escenario (una filmación del grupo-semilla COUM Transmissions, de 1977, en la que se veía una operación de cambio de sexo entre otras lindezas).

Dinosaur Jr.: No lo vi entero porque se me fue la pelota con la hora, pero lo que pude escuchar estuvo bien; mucha tralla y J.Mascis pajeándose extensivamente con sus característicos solos. Vi al Mascis tratando de entrar en el Auditori para ver a YMG y a TG con una sudadera verde como para llevarlo a juicio. Ponía cara de mala hostia porque los seguratas estuvieron vacilándole un poco. Me pregunto si tocaron la beachbóyica "Take a Run at the Sun", mi canción favorita de entre las suyas.

Tindersticks: Cojonudo cierre. Para mí Tindersticks fue uno de los mejores grupos de los 90, sin ninguna duda. Y, qué diablos, es uno de los mejores grupos de ahora mismo (el último disco es fantástico). Música elegante, triste y decadente, para atizarte gin-tonics mientras te torturas con la memoria de aquella chica que te dejó. Los espasmos y movimientos de Stuart, para el recuerdo. Trompetas, saxos, violines, cellos, órganos, todo contribuyó a elevarme e incluso a hacerme olvidar la presencia de otra plasta más que se quejaba todo el rato de que no podía ver. ¡Joder, y a mi qué cojones me cuentas! Vete a tumbarte ahí en la hierba con tu puto combinado garrafonero, hombre.

En fin, gilipollas y pesados sin modales hay en todas partes. No hay manera de librarse de ellos. Creo que voy a escucharme el “Colossal Youth” otra vez.

jueves, 15 de mayo de 2008

Franco Battiato en el 10db

Fantástico concierto el que ofreció Franco Battiato anoche en el festival 10db de Burjassot. Basado en su último disco “Il Vuoto” (el vacío), que salió el año pasado, este sexagenario siciliano ofreció casi dos horas de excentridad, elegancia y pop de cinco estrellas.

Battiato es un caso realmente único: su carrera es un ejemplo de libertad artística sin cortapisas, asumiendo riesgos suicidas sin el menor titubeo. Empezó haciendo “canción melódica” allá por los 60; pasó a la experimentación en la siguiente década, con extraños discos cercanos al rock progresivo (Fetus, Pollution, Sulle Corde di Aries), y en los 80 se convirtió en un personaje popular en nuestro país, con tonadas de pop sintético e inmediatamente accesible. Sin embargo, sus hermosas aunque algo bizarras letras causaban la hilaridad de los necios (todavía más en sus versiones españolas). Posteriormente, ha compuesto óperas, ha dirigido dos largometrajes y, por supuesto ha seguido lanzando discos pop, eso sí, pasado por su particularísimo filtro.

Y es que como las Vainica Doble, el amigo Battiato no duda por un momento en mezclar frases en inglés, sonidos electrónicos, coros operísticos, acústicas, eléctricas, violines, etc… con largos poemas en los que sobrevuela la influencia del tradicionalismo. Su obra siempre ha tenido una intensa vinculación con lo espiritual (L’era del cinghiale bianco), y con escritores como Julius Evola o Ananda Coomaraswamy. También ha escrito bonitas canciones de amor, como La stagione dell’amore, La Cura o E ti vengo a cercare.

Sonaron casi todos sus hits: Centro di gravità permanente (genial), Voglio vederti danzare (esta la cantó en español), Bandera Bianca, Prospettiva Nevski… y bastantes otras extraídas de “Il Vuoto”, como Niente É Come Sembra, I Giorni Della Monotonia o la que abre el disco, de título homónimo. Eché en falta alguna, por ejemplo I Treni de Tozeur, que se presentó al festival de Eurovisión de 1984 y quedó en tercer puesto (no me extraña que los italianos terminaran por retirarse de esa casposidad). Además el marzo pasado estuve precisamente por Tozeur (Túnez) y no podía quitarme esa canción de la cabeza, aunque tampoco pude ver ni un maldito tren… claro que la canción parte de un espejismo sufrido por Battiato.

Tampoco hubieran sobrado Up Patriots to Arms o una que me gusta mucho, la pieza más pop de “Fetus” (1972) Una Cellula. Aunque me temo que hace tiempo que no toca nada de la época setentera, y es una lástima, porque “Fetus” es un disco de lo más interesante. Raro sí, lo es un rato, empezando por la portada y el concepto, pero a su vez es extrañamente adictivo. Poca gente sería capaz de atreverse con una cosa así…pero Battiato no es de los que renuncia a sus visiones, por disparatadas que puedan parecer en un principio. Julian Cope hizo un comentario de este disco en su página. Véase aquí.

El sonido estuvo bien; tan sólo hubo un par de fallos sin demasiada importancia. Claro que era un recinto bastante reducido y eso suele favorecer las condiciones acústicas. Llevaba un pianista, un teclista, un batería, dos guitarras y un bajo (que forman parte de un grupo de rock italiano del que no recuerdo el nombre), además de unas chicas que hacían voces.

No pude pedir mucho más. Ah, también muy sugerente el poema insular de Manilo Sgalambro, otro siciliano con el que Battiato compone las letras codo con codo desde hace unos años.