¡Por Tutatis! Tengo esto un poco abandonado, pero es natural, puesto que es tiempo de exámenes y no tengo mucho tiempo para andar por aquí escribiendo chorradas. Eso tampoco importa, querido lector, porque probablemente ni existes. Me temo que prácticamente nadie lee las eyaculaciones de semen grumoso y virtual que voy dejando por aquí periódicamente; y me la suda. Pero, ¿y lo a gusto que me quedo yo? Puede que con mis pajotes sólo contribuya a la saturación de la blogosfera, pero bah, sinceramente, que se joda la blogosfera. He visto blogs de gente que haría mejor metiéndose la cabeza y las manos en el culo. Aunque, todo hay que decirlo, otros son muy buenos y me tienen jodidamente enganchado y contribuyen a que pierda más y más tiempo… pero a veces el tiempo perdido es tiempo ganado. Don’t forget that. A squid eating dough in a polyethylene bag is fast and bulbous, got me?
La otra noche, mientras degustaba un kebab, con su envoltorio de papel de aluminio y el mezcladillo de salsas chorreándome por los dedos (soy un maldito yonqui), pillé por casualidad en la tele un documentalillo sobre coches del pasado. Volvió a mi memoria el auténtico amor que sentía de pequeño por los coches. Creo que era una aproximación sobre todo estética, o por lo menos algo cercano al fetichismo (otro más… ¿es grave, doctor?), ya que yo no conduzco, ni tengo intención por el momento. Conducir por las ciudades me parece algo espantoso y la saturación, los atascos, el precio del crudo y los conductores enloquecidos tras el volante no contribuyen a que me anime. Además creo que soy incapaz de conducir, no sé muy bien por qué. He comprobado un hecho curioso, y es que la gran mayoría de los dibujantes de historietas no conducen. Yo no soy dibujante de historietas -al menos no profesional- aunque siempre he tenido cierta facilidad para el dibujo y la observación, lo que me hace preguntarme si tendrá algo que ver la habilidad para el dibujo con la ineptitud para la conducción. Más significativo todavía es el hecho de que yo no quería ser Ayrton Senna o Fernando Alonso (al que detesto con toda mi alma) sino un Giorgetto Giugiaro, esto es, diseñador de coches. Esa era mi respuesta cuando me preguntaban que quería ser de mayor: diseñador de coches. Todos decían: “Médico”, “abogado”, o “matemático”, pero yo no, yo decía “diseñador de coches”. Fue entonces cuando me encontré con las primeras muestras de incomprensión ajena. Sabía que debía acostumbrarme a ellas.
Había unos cuantos modelos por los que sentía verdadera atracción y que jamás dibujaba estampados contra una pared o en el fondo de un barranco (caso del Seat Panda o el Opel Corsa) porque eran jodidamente bellos y exóticos. Lo de dibujar coches destrozados no tiene nada que ver con Crash de Ballard (ya saben, carne y sangre fundidas con metal y demás), sino que simplemente me resultaba gracioso.
Estos son algunos de los coches que me sumían en un síndrome de Stendhal profundo:
Ferrari Testarossa: Esa inconfundible toma de aire del lateral siempre me ha parecido preciosa, una cumbre del diseño moderno, inmediatamente reconocible. Una exquisitez superior aún a los discos de Siesta o al exprimidor de Philippe Starck.
Lamborghini Countach: Lo más parecido a un coche alienígena, exótico e inalcanzable. Probablemente si lo hubiera visto por la calle alguna vez me habría corrido siete veces seguidas.
Lotus Esprit: Tiene forma de cuña, muy chuli y ochentero. De nuevo, es un supercoche imposible de poseer para los no potentados, aunque un poco menos inalcanzable que el Countach. El diseño es de Giugiaro.
Mercedes 300 SL: Emblemático diseño alemán con esas puertas tan guapas que se abren hacia arriba ("gullwing").
Pontiac Trans-Am: El coche fantástico. ¿Qué más puedo decir? Pues puedo decir… David Hasselhoff. Pulsen el enlace si quieren, pero les advierto:es fuerte. No digan que no les avisé.