lunes, 10 de septiembre de 2007

We can be heroes

Llevo unos cuantos días de enganche (o mejor dicho re-enganche) a un videojuego de hace ocho años: el insuperablemente adictivo Heroes of Might and Magic III (en su versión completa, con todas las expansiones), de la serie homónima creada por un tal Jon Van Caneghem para la ya difunta New World Computing.

Una década y pico atrás, yo era un adicto irredento a los jueguecillos (¡Dios, una década!), pero con el tiempo dejaron de interesarme, principalmente por dos razones: 1) Una gran parte se empeña en el fotorrealismo a toda costa (desdeñando el factor de abstracción-mundo paralelo que dieron gloria a grandes clásicos) o en parecerse a las películas más idiotas de Hollywood, y 2) Son demasiado largos y complicados, hasta el punto de que progresar en ellos puede llegar a ser, más que una manera de divertirse, una especie de tarea.

Así es; puedo contar con los dedos de una mano los juegos que me han llegado a gustar en esta década (los ochenta, los noventa… ¿ésta cómo diablos se llama?). Es más, en los últimos tres años apenas he probado ninguno. A esas dos razones puede añadirse el hecho de que a uno siempre le parece mejor lo que él vivió de pequeño (o preadolescente) y, cegado por sus sesgadas idealizaciones, es incapaz de admitir que a las siguientes generaciones puedan gustarles cosas diferentes (yo, he de decirlo, compadezco a los que vienen. De verdad).

En nuestro arcádico clan de pajeros peceros intercambiábamos copias y originales constantemente. Es una de las muy pocas ocasiones en las que he sentido que compartía intereses con alguien. Juegos como Doom, Duke Nukem 3D, Civilization II o UFO: Enemy Unknown formaron parte del elenco de los más memorables… De fondo sonaban Chimo Bayo, Paco Pil o Quique Supermix, mientras mi vecino, con apenas dos neuronas en pie tras sus maratonianas ingestas de éxtasis pegaba puñetazos a las paredes hasta hundirse los nudillos. Después cogía su Casio y componía lo que podrían haber sido superhits en otra galaxia paralela del abadejo.

Ya en 1996, con Madlencia acabada y nosotros a punto de entrar en el instituto, llegó a nuestras manos el Heroes of Might and Magic II, todavía para MS-DOS. Fue una revelación: una mezcla perfecta, diabólica, de estrategia por turnos, gestión de recursos y una pizquita de rol. A pesar de que nuestros padres nos decían que no jugáramos al rol porque era muy peligroso para la personalidad, no podíamos dejarlo, presas todos del síndrome del “un turno más”. Ahí estábamos, como unos fans de Manowar o Mago de Oz, inmersos en luchas épicas de 150 titanes contra 130 dragones negros y la madre. Aunque bien es cierto que la estética del juego tenía su gracia, con un toque cartoon y colorista que lo hacía muy entrañable. Horas y horas de nuestra vida fueron invertidas en ese maldito juego.

En 1999 aparece la siguiente entrega de la saga, y aunque tiene un aspecto algo más serio, como de portada de metal neoclásico, está ampliamente mejorado. Tiene más de todo, y todo está perfectamente implementado. No hace falta que lo diga, también le dedicamos un buen número de horas; pero puesto que quemamos el anterior hasta que salieron hongos en el CD, pronto lo aborrecimos. Sin embargo, no se podía discutir: era el mejor de la serie.

Después de éste han aparecido otras dos secuelas, pero ambas me han parecido una cagada: la primera, porque cambia demasiado la mecánica del juego (y a mi modo de ver, para mal) y la segunda por los putos gráficos ortopédicos en 3D que sólo estorban.

De modo que heme aquí de nuevo, entre caballeros y nigromantes, golems y elementales, artefactos mágicos y hechizos brutales, mirando el modo de conquistar ese castillo que se resiste, o destruyendo los barcos para dejar al héroe de la cpu pringado en una isla. Ah, gloria bendita. Esto sí eran juegos, pinche pendejo wey ya…

0 comentarios: