“Satori” en el Budismo Zen, viene a significar iluminación; es el momento en el que se “comprende”. El título, para el disco que nos ocupa, no es del todo exagerado, pues este pastillote de rock arcaico y mutante contiene, a lo largo de sus cinco surcos, todas las propiedades hipnóticas y tranceáticas del rock’n’roll. En principio, se podría decir que recuerdan, más o menos, a una amalgama de Black Sabbath, King Crimson y Led Zeppelin; aunque en verdad no se parece excesivamente a ninguno de ellos (quizá un poco más a Black Sabbath), pues los Flower Travellin’ Band desarrollaron un sonido totalmente único y sin abandonar del todo la idiosincrasia propia de su lugar de origen: sonidos de gong y algún que otro instrumento similar, pero sobre todo ese toque raro, insular e indudablemente nipón capaz (¿o deberíamos decir incapaz?) de utilizar clichés occidentales para pervertirlos (voluntaria o involuntariamente). Las pistas llevan títulos al estilo del rock progresivo: (“Satori Part I”, “Satori Part II” y asín sucesivamente).
¿Cómo suenan? Imagina que estás en pleno neolítico (¡imagínatelo, coño!) bajo el abrigo de una cueva, pintando bisontes con grasa y revolcándote en la mugre. De repente, mientras te sacas una pelotilla de entre los dedos de los pies, escuchas un extraño sonido reverberando en la planicie y sales a ver qué ocurre: y allí te encuentras el increíble espectáculo. Nada más y nada menos que cuatro nipones jipiosos: Uno blandiendo una guitarra sin cables, como conectada a la energía del cosmos, otro tocando la batería con baquetas de piedra… y el cantante, que responde al nombre de Akira “Joe” Yamanaka, porta un extravagante afro en la testa que capta tu atención de inmediato; pero cuando llena sus pulmones y grita (¡uno de los mejores gritos de la historia del rock!) sabes que has caído definitivamente bajo su poder chamánico.
¡¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh!!
"Satori Part I" en la peli "Deadly Outlaw: Rekka" del chiflado de Takashi Miike
El guitarrista, un troglodita conocido como Hideki Ishima, extrae sus primeros riffs con contundencia, como si estuviera golpeando piedra en una cantera. Un riff burraco, simple, primitivo, pero con un poder inenarrable que lo hace rebotar en las paredes de tu cerebro. De nuevo Akira, con su impresionante y peculiar voz (que no aparecerá demasiado a lo largo de este disco, por desgracia -o por fortuna para los que no puedan con ella), vuelve a emitir sus gritos megalíticos:
¡¡Oh-oh-ah-oh-oh-oh-oh-oh-oh-ooh-oooh-ooooooh!!
En la segunda parte entra en juego la psicodelia guitarrística: la primera vez que la escuché me parecía como si Hideki se hubiese quedado completamente colgado, encerrado en un bucle, tocando las mismas notas una y otra vez. Pero en realidad está eliminando de tu cerebro toda certeza que pueda quedarte acerca de cómo “debe” sonar una guitarra, y de paso, perforando y aniquilando tu consciencia hasta convertirte en un guiñapo gelatinoso. El sonido va directo, directito a la sesera hasta dejarte los ojos en blanco.
"Satori Part II" en su último concierto en Maruyama
Destaca también la tercera ración, que introduce el riff de los riffs, un pedrusco con reminiscencias mesorientales, un glorioso mazacote a lo Amon Düül II y que por lo visto les gustó tanto que lo han reutilizado en alguna otra canción (“Hiroshima”, del siguiente álbum“Made in Japan” de 1972). No me extraña nada, porque es MATADOR; te cala de la cabeza a los pies, hasta el tuétano de los huesecillos. En la cuarta oración tenemos un ejemplo de cómo se pueden tocar dos notas en la armónica durante tres minutos o más y enganchar al oyente, deslizándose por un páramo de blues lisérgico y marciano, hasta que Hideki, Joji Wada (el batería) y Jun Kozuki (bajo) vuelven a comportarse como fundamentalistas picapedreros. Gloria bendita, y por supuesto también la semilla de grupos como Kyuss o Queens of the Stone Age.
Finalmente, para rematar la espléndida faena, unas pocas lonchitas más de arcaísmo y Akira poseído por Hoichi el desorejado.
La única canción cantada en japonés en este egregio monumento al lito-rock se llama “Map” y es un bonus track que apareció en algunas versiones del LP. Pero para mi gusto, desentona un poco con lo que acabamos de oír; es una psicodelia algo más melódica y no encaja en el conjunto. Pero no está mal.
Una cosa está clara: esto es buena mierda. Mierda auténtica. Eso sí, es preciso ponerla a un volumen aceptable para conseguir los efectos deseados. Y el CD me parece que ni en la fnac ni en sitios así lo tienen, aunque en alguna tienda de Internet, como amazon , sí que está. Y en cuanto al vinilo, miradita al eBay y pastón al canto, por supuesto. Pero la verdad es yo casi diría que lo vale, si es que puedes pagarlo (no es mi caso, todo tuyo).
Por supuesto, siempre puedes bajarlo. En soulseek soy kleinempfanger, por si os interesa.
¡¡Oh-oh-ah-oh-oh-oh-oh-oh-oh-ooh-oooh-ooooooh!!
1 comentarios:
id Gracias por este repaso a la trascendental y catatónica liturgia que acabo de oír. Siempre me gustó ese estilo lacónico e hilarante para describir o reseñar.
¡Saludones! le haré una reseña a esta banda, ya que en Internet -Para nuestra prole hispanoamericana- no hay mayores fuentes que la wiki :S a ver que le agregamos.
PD: Seguiré el sitio más de cerca.
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