lunes, 2 de marzo de 2009

Bullet hell

No quiero caer una vez más en la estúpida nostalgia, pero las circunstancias obligan y tengo que decirlo: echo de menos los viejos juegos de disparo. Era uno de mis géneros favoritos en las máquinas cerdotas del recreativo del barrio, podía tirarme horas barriendo la pantalla a base de botonazos. Pero eso sí, los japoneses, por supuesto. Son ellos los que los llevaron a su nivel máximo de sofisticación y belleza. Es una putada que prácticamente hayan desaparecido del mapa, junto con el encanto irremplazable de los juegos 2d... Siempre me ha reventado que la industria de los videojuegos haya insistido tanto -ignominiosas razones hay para ello, igual que las hubo para sustituir el vinilo por el apestoso cd- en la introducción de las tres dimensiones, incluso cuando ello iba en detrimento de la experiencia de juego y de una manera de hacer que no admite sustitución. Baste como ejemplo el último Street Fighter: feo como él solo. Lo vi el otro día en la fnac, había una gran cola de gente esperando para probarlo. A mí me bastaron treinta segundos para alejarme de allí, porque mira que el juego es feo, pero feo feo eh. Es tan feo que no puedo siquiera entrar a valorar si es divertido o no. Las 3d pueden estar muy bien, de hecho me gustan muchos juegos en 3d -el Fallout 3 por ejemplo, no está mal- pero de verdad que no me explico el por qué de la marginación absoluta de las dos dimensiones, si no es simplemente debido a que con juegos en 3d es mucho más facil engañar al personal.

Sólo en Japón, mercado procelosísimo y fascinante del entretenimiento electrónico, subsiste este maravilloso arte del shooting game, para algunos incluido dentro de lo que ellos llaman formas de juego caducas. Desconozco si subsiste a duras penas o si goza de un apoyo suficiente, pero alguien mucho más versado que yo en este tema me dijo que en los recreativos no falta gente para ocupar las cabinas de cosas como Espgaluda II y demás. Las conversiones, supongo, son otra historia: Precisamente estoy enganchado ahora en mi algo olvidada PS2 a una conversión muy maja de Espgaluda, obra de Cave (el juego, la conversión es obra de Arika), autores de otras locuras como Dodonpachi Dai-Ou-Jou o Mushihimesama y la compañía que en los últimos años se ha convertido prácticamente en sinónimo de shooting game. Si lo pillé fue porque pude probarlo antes y me convenció, además de que tiene un nivel de dificultad general algo más bajo que los otros dos que he mencionado, que son demenciales. Con señal RGB en una buena tele de tubo es gloria para mí, preciosos colores y sprites apareciendo a toda leche en la pantalla. Las cosas que saca Cave son un poco bestias, la verdad: la dificultad no perdona, y uno se encuentra a la primera de cambio con la pantalla barrida de bolas de colores amenazando con destruirle. Cuando llego a la cuarta pantalla (si es que llego), me dan de hostias por todos los lados, pero vuelvo a intentarlo una y otra vez. Lo que es único en estos juegos, (lo que hace que me gusten tanto) es la tensión que crean, el estado de hiperconcentración al que debes pasar para esquivar semejante locura, casi es como una droga, me quedo hipnotizado. Desde luego supone una alteración de conciencia notable; incluso la retina queda alterada por unos momentos, ya que al cerrar los ojos sigo viendo hermosos patrones de proyectiles trazando caprichosas figuritas geométricas.

Sin embargo, reconozco que para mi gusto es un poco imposible. Pero es lo que hay; debido a la escasez la mayoría de los títulos de disparo parece dirigirse a los jugadores más exigentes (sobre todo japoneses), aquellos a los que les gusta ser castigados sin piedad, y yo no estoy exactamente entre ellos. Para ilustrar esto en el sentido más amplio posible, un vídeo que muestra el grado de demencia al que las mentes de Cave son capaces de llegar: El final boss de Mushihimesama Futari en el máximo nivel de dificultad. Brutal.

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