Me he tirado buena parte de la tarde mirando imágenes, en esta página, de uno de mis artistas preferidos: Aubrey Beardsley. Aubrey Vincent Beardsley nació en Brighton (Inglaterra) en 1872 y murió en Menton, en la Costa Azul francesa, en 1898, a causa de una tuberculosis, con tan sólo 25 años. Fue un artista sorprendentemente precoz (tocó el piano, después destacó en las artes plásticas y finalmente en la literatura). También fue un dandy, como Des Esseintes, un ser refinado hasta la morbidez y con una vertiente provocadora que nunca le abandonó -ni siquiera tuvo tiempo de ello- y que provocó roces con buena parte de la estricta sociedad victoriana. Esa morbidez se encuentra reflejada en las líneas pulidas y onduladas de blanco y negro con las que compuso sus dibujos a tinta, algunos de ellos de fuerte carga erótica.
Esos dibujos, como los de Toulouse-Lautrec, me asombran por su insultante perfección; puesto que soy muy aficionado al dibujo, soy por ello quizá aún más consciente de la extraordinaria pericia de Beardsley. Las líneas son precisas, capaces de sugerir una forma por sí solas, sin necesidad de claroscuros, ni líneas cruzadas unas con otras, ni nada de nada. Como él mismo dijo en 1891:
yo debería decir algo sobre el tema de la línea y el dibujo lineal. ¡Qué poco conocen, incluso los más grandes pintores, la importancia del contorno lineal! Fue su sensibilidad para conseguir la armonía de sus líneas la que prestó a los antiguos maestros su gran ventaja sobre los modernos, que parecen creer que sólo debe prestarse atención a la armonía de los colores.
Está claro que con "los modernos" está señalando ante todo a la órbita impresionista. Mientras Monet saca su caballete al exterior, Beardsley sienta a un esqueleto a su lado, se encierra entre tapizados negros y trabaja siempre con velas, incluso a plena luz del día. Vive en una noche artificial, en un paraíso de refinamiento, elegancia y obscenidad. La influencia del arte japonés no es difícil de advertir en él; en su habitación colgaban algunas de las estampas eróticas de Utamaro, que hacen gala de una delicadeza a la par. Como Whistler y otros muchos artistas de la época, que las recibieron como un soplo de aire fresco, Beardsley encontró una inagotable fuente de inspiración en las estampas japonesas. La decoración de la Peacock Room, realizada por el primero entre 1876 y 1877, muestra de nuevo esa línea depurada y ondulada, la composición asimétrica, la renuncia al claroscuro. Esas colas de pavos reales se repiten en su Peacock Skirt, una exquisita ilustración para la Salomé de Oscar Wilde:
Su obra erótica fue muy célebre; hoy podemos encontrar a un dibujante japonés (vamos de Japón a Europa y viceversa) que nos recuerda en parte, como Mr. Tiffauges señaló en una ocasión, la obra de Beardsley: Suehiro Maruo (en este fantástico blog pueden verse muchas cosas suyas). La distancia que los separa, tanto temporal como espacial, ha de notarse de algún modo; Maruo es mucho más sangriento, violento y excesivo que Beardsley. Sin embargo, en la obra de ambos late una inquietud similar, una sensación de misterio inminente compartida. También influyó, citando artistas más cercanos a su tiempo, en Thomas Theodor Heine (portadista de la famosa revista alemana Simplicissimus) en Otto Eckmann o incluso en el primer Paul Klee. El proceso de Wilde marca el fin del este esteticismo hedonista y narcisista del modernismo londinense, lo que le fuerza a retirarse a la Costa Azul (je, menuda fatalidad, retirarse a la Costa Azul...)
Todavía tiene tiempo de colaborar en la revista "The Savoy" antes de su largamente anunciado fallecimiento.
Como introducción breve recomiendo (la cita está sacada de ahí, pero desconozco como se incluyen pies de página): Schmutzler, Robert: El Modernismo. Alianza, Madrid, 1996. Págs. 106-112.