Este miércoles estuve en el MTV Winter, un evento musical que se celebró en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Como era gratis y soy pobre, arrastré mi culo hasta allá, pese a que estaba refrescando bastante aquel día (de hecho llevo constipado desde entonces) y a que lo único que me interesaba del cartel era The Cure. Empezaba a las 8; llegué allí sobre las 6 y media y el recinto se había convertido ya en el Parque Nacional de Emolandia. Indescriptibles las pintas de la peñuki; flequillos, maquillaje, cruces, negro, negro y más negro, como los diseñadores de moda. Eso sí, vi a una chica con un estilismo absolutamente genial (gafotas grandes, camisa azul, corbata…); lástima que no pude echarle una foto. Yo, por mi parte, iba con unos amiguetes jevis, sector al que siempre he defendido, por considerar que lo forma buena gente en general, pese a sus (para mí) incomprensibles gustos. Debería haber cogido la chupa de cuero para la ocasión.
Poco antes de empezar el concierto ya estaba encajonado entre un grupo de erasmus alemanas (bastante interesante) y unos borrachos gritones con rastas. Odio a los jodidos borrachos cuando estoy sobrio, y más si se dedican a poguear y a homoerotizarse continuamente. Entre otras cosas.
Bueno, pasemos al concierto en sí. Los primeros: From First to Last. Ni puta idea de quiénes eran estos payos, pero hubiera preferido no saberlo nunca; es de los grupos más malos que recuerdo haber visto. Pesimisimísimos. El cantante era absolutamente ridículo: hay una regla no escrita que dice que las camisas de manga corta son una puta mierda siempre, salvo que sea Homer Simpson el que las lleve. Grititos, teenage angst de baratillo sobre riffs guitarreros puestos uno detrás de otro, sin orden ni concierto, las canciones no iban a ninguna parte. Todo un conjunto de clichés hardcoretas emo-rrágicos archigastados… y encima ni siquiera podía redimirme con uno de los principales alicientes de un concierto: que la música gane una presencia más física, que los bajos y la batería hagan vibrar tu caja torácica a tope. El volumen estaba excesivamente bajo. Por cierto, el teclista, presa de la emoción, perjudicó bastante su maquinaria de un cabezazo. Los demás deberían haber seguido su ejemplo, a lo mejor habría salido algo interesante.
Después subieron HIM. Coñazo, y que me perdonen sus fans. Aunque la verdad es que comparados con los otros casi eran buenos. A mí me sonaban bastante a unos Black Sabbath (grupo al que aprecio pero tampoco idolatro) como en más limpio, cursi y romanticoide. Love Metal, vaya. Por otro lado, Ozzy Osbourne se mea en Ville Valo, el cantante (del que una amiga es fan incondicional), un tipo demasiado consciente de su imagen como para cantar con un mínimo de… ¿actitud? Jajaja, actitud. Anda que yo también, mencionando esto en un concierto organizado por MTV…
En los únicos en los que podría verse algo de “actitud” era, al fin, en The Cure. En realidad no soy un gran fan del grupo; me gustan sobre todo los singles, y para ser fan te tienen que gustar también cosas como el “Disintegration” y el “Pornography”, y a mí no me gustan… bueno, el último sí me gusta un poco. Por suerte, y a diferencia de la otra vez que pude verles (En el FIB 2002, donde me aburrí como una seta), en esta ocasión desempolvaron, durante más de dos horas, su estimable colección de singles cojonudos: “Just Like Heaven”, “In Between Days” (suena a New Order, por tanto es eXelente), “The Walk” (Blue Monday II), “Friday I’m in Love”, “Pictures of You”, y una de las que me gustan del “Pornography”: “One Hundred Years” (It doesn’t matter if we all die…). Sin embargo, de nuevo el volumen no nos acompañó, era insuficiente a todas luces. Además, casi todas las canciones me suenan mejor en disco, más puliditas y con tecladitos ochenteros.
En el bis, cosas como “Close to Me” y la clasicota “Boys Don’t Cry” para rematar, que en realidad no llegué a oír (también me perdí "A Forest") porque mis jevis ya no aguantaban más, se aburrían muchísimo. Yo estaba ya también al borde del derrumbamiento, después de estar más de seis horas de pie y con el estómago vacío. ¿Mereció la pena? Hombre, era gratis… pero ni se podía uno acercar a la barra (creo que ni había, al menos yo no la vi), con lo que contábamos con otro aliciente menos. En cualquier caso, pasamos el rato.
Pero esa frase me suena cada vez peor, la verdad.