jueves, 7 de febrero de 2008

El crepúsculo de los flequillos

Va siendo hora de darle un poco de vidilla a esta cosa inane, y qué mejor manera de hacerlo que dedicándole un post a una vieja compañera del que suscribe: La alopecia. Compañera no buscada, por supuesto (fue ella la que abusó de mí desde el principio, como una malvada y obsesiva stalker), pero supongo que al final, superadas nuestras diferencias, acabaremos queriéndonos y todo.

(¡Ja! No hay quien se lo crea).

Ah, la alopecia androgenética…Temida y odiada por miles de varones, españoles y del extranjero, altos y bajos, guapos y feos. Vilipendiada por algunos, abrazada (posesión de una aerodinámica línea de testuz condición sine qua non) por otros. Una cosa está clara: Nunca deja a nadie indiferente. Pero ojo, como pasa con la ropa o con cualquier ornamento que condicione nuestro look, hay muchas maneras de llevarla: uno quizá sea el amo de la cortinilla, realizando complejas obras de ingeniería capilar con los medios disponibles para tapar los huecos, mientras que otro puede que tenga la suficiente entereza y aplomo como para cortarse los pelitos bien cortitos, evitando así acercarse demasiado al peligrosísimo look de un Krusty el payaso, de un Joaquín Almunia o de un Anasagasti (¡brrr!).

Por lo que a mi respecta, todos aquellos que recurren a peluquines y demás subterfugios cutres son unos desertores, pero sobre todo unos perdedores acomplejados que no merecen ser tenidos en cuenta. Es más, deberían ser ejecutados por su flagrante delito de terrorismo estético. Y esos sprays de color negro para tapar calvas que anuncian en televisiones locales (aún)… qué pesadillas. No gracias; para malrollismo celtibérico me basta con dar un paseíto por mi barrio. Qué coño, me basta y me sobra.

Pero empecemos por el origen de la deforestación. Ah… no puedo recordar sin un pequeño escalofrío aquel verano del 99, verano de gimnasio, fútbol y piscina con mis amiguitos… Todos vírgenes (me faltaban dos años para estrenarme; otros todavía no se han estrenado, con lo que quedó demostrado que yo no era tan pajerazo). Con 16 añitos, mi cabeza todavía lucía una gran mata de cabello rubio. Pero la voz de uno de mis inseparables -no se me malinterprete, era una amistad pura y limpia, todo espíritu- dio la primera alarma mientras me sentaba en una de las máquinas para pectorales:

-Oye tío, ¡tienes entradas!

Me miré al espejo y, efectivamente, dos pequeños surcos parecían abrirse paso, sin prisa pero sin pausa, desde mi frente hacia atrás, incubando en secreto la frentenuca definitiva. Yo, templando mis nervios como pude, quité importancia al asunto: ¡Tenía 16 años! No era posible que me estuviera ocurriendo. No podía ser un jodido alopécico a esa edad tan tierna. Por supuesto, totalmente seguro de mi fortaleza capilar, respondí:

-¡Qué dices! Eso es porque me lo he cortado ahora y se ve así. Joder, si me lo lavo siempre.

Ay, alma cándida…Un año después la cosa empezó a ponerse seria. Cada vez que miraba el peine tras un cepillado de mi melena-seta era como si hubiera empalado a un hamster con él. ¡Maldición!

Un breve vistazo al historial genético de mi familia bastaba para revelar la terrible verdad. Dicen que la alopecia se transmite por parte materna y en muchas ocasiones se salta alguna generación. Pero en cualquier caso daba igual, yo lo tenía crudísimo: Mis dos abuelos eran calvorotas redomados, ambos convirtieron sus cabezas en refulgentes superficies alrededor de los veintipico, ¡bingo! No obstante, lo llevaron siempre con extrema naturalidad y savoir faire, lo que les honra y les muestra como lo que eran: dos hombres con dos cojones bien puestos.

Sin duda, la peor etapa para la cosa esta fue cuando comencé a ser objeto de chanzas y burlas de mi grupito, casi entrado en la veintena. Aquello no me hacía demasiada gracia; era imposible tomárselo con humor. En realidad, en más de una ocasión hubiera deseado tener un lanzallamas a mano para prender fuego a todos esos cabrones, especialmente a los que se mofaban sin siquiera pertenecer a nuestro gang. ¿Y los espejos? Oh, Dios. Enemigos fatales que me devolvían el horror aumentado a la enésima potencia. Me tiraba horas buscando el ángulo adecuado para no desanimarme. Cuánto horror… ¡No se lo deseo a nadie! Bueno, sí, a alguno sí.

Pero con el tiempo uno lo va asimilando. En realidad, con el puto Finasteride y el Minoxidil al menos voy evitando la calvicie absoluta. ¿Por cuánto tiempo? No lo sé. Hasta que deje de hacer efecto, seguramente. Al menos sigo poniéndome palote y follando, cuando es posible, sin demasiado problema (recordemos al lector sin experiencia en estas lides que uno de los posibles efectos secundarios del finas es la falta de líbido). De todas formas, hay algo atractivo en un hombre que la lleva con dignidad (me lo dijo mi mamá el otro día). Aunque la verdad es que es una lástima que mi estructura facial no se vea particularmente favorecida por la fuga de pelos.

Mi apostura natural podrá soportar este calvario sin fin. ¡Jajaja!¡Jaja!Ja.

Por último, quisiera cerrar este post con un pequeño top 5 de calvos, algunos de los cuales me sirvieron tiempo atrás para hacerme una idea del futuro que me aguardaba.


Michael Stipe:

No le queda demasiado mal. Estructura óseo-facial apropiada. Pero el maquillaje ese azul, esos bailes, ¿qué coño? ¿El rock ha muerto? No. Me niego.

Billy Corgan

Aunque haya hecho creer que se rapó por voluntad propia, en las fotos de la época del Mellon Collie and the Infinite Sadness (uno de los primeros discos que me compré, todavía hay un 20% del disco que me gusta), ya estaba incubando frentenuca. No le queda demasiado bien, se parece un tanto a Uncle Fester. Ponerse vestiditos de cuero y cosas así no le ayudaba… Ahora no sé qué lleva, ni me interesa demasiado. Es, o era, mofletudo como yo… en esta foto no se ve.


Antoni Duran i Lleida

Este me la suda, era más que nada por poner un político.


Yul Brinner

Su poderoso rostro pudo superar el temido otoño…¡Bravo!


Bruce Willis

Este sí es un hombre nacido para la calvicie. Uno de los elegidos que se anticipa al futuro, ¡y para bien! Está mejor sin pelo, cualquiera convendrá en ello.

Si algún calvo o en trámites lee esto: No te preocupes demasiado, yo lo superé. Aunque claro, yo es que soy muy apuesto…

PD: Ahora que lo pienso, debería haber incluido a Mortadelo.


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