martes, 9 de octubre de 2007

Geinoh Yamashirogumi - Osorezan

Geinoh Yamashirogumi . Osorezan - Dou No Kenbai (1976)

(Invitation/RCA Victor)

1. Osorezan (18:51)
2. Dou No Kenbai (18:40)


Geinoh Yamashirogumi es un colectivo musical fundado en 1974 por Shoji Yamashiro (Tsutomu Ôhashi) que alberga en su seno a unos doscientos miembros provenientes de campos profesionales muy diversos: ingenieros, médicos, periodistas, antropólogos, etcétera. Su forma de trabajar, y su bizarría en general, recuerda a alguna de las comunas hippies formadas tras Segunda Guerra Mundial en países como Alemania o Japón. Su obra más conocida, sin lugar a dudas, es la estupendísima banda sonora de Akira, el anime post-apocalíptico par excellence, que realizaron ya en 1987. Los sonidos coloristas y percusivos del gamelan, los cantos budistas shohmyoh y voces de pesadilla, electrónicamente manipuladas, se unían a un trasfondo y una producción de sonido hightech, creando un potaje la mar de sabroso.

Geinoh Yamashirogumi

Este grupo se ha dedicado sobre todo, por lo visto, a la recopilación de músicas de diferentes lugares (Indonesia, China, Bali, Bulgaria…), todas ellas reelaboradas en su estudio, bien nutrido de aparataje diverso. El resultado consiste -al menos a mis oídos y en base a lo que llevo catado, que no es mucho- en marcianadas algo insípidas, que sólo en algunos casos consiguen captar mi interés. Y yo voy a hablar precisamente de uno de esos casos, aunque tampoco pienso extenderme demasiado, porque ¿qué se puede decir de cosas así? No mucho, la verdad. Se trata de Osorezan - Dou No Kenbai (1976), su primera grabación (que, hay que precisar, no incluye sonidos electrónicos de ningún tipo) incluida en el Top 50 del Japrocksampler, que ya comenté posts atrás.

Lo podéis descargar sin ningún tipo de mala conciencia, pues está descatalogado. Quizá lo reediten ahora que Cope lo ha difundido un poco, pero no contaría mucho con ello. De todas formas, yo si lo comprara lo preferiría muy mucho en vinilo, que mola un millón de veces más que los putos cedeses. Odio la maldita y típica jewel case de plásticucho barato (una de las peores aberraciones jamás cometidas en diseño). Y esas portaditas minúsculas… no sé, a mi, francamente, siempre me han parecido una caca. Aunque sí, tengo un buen puñado de cedeses tirados por ahí; qué remedio.

El Monte Osore (Osorezan), situado en la península Shimokita, al noroeste de la isla de Honshu, es referido en la tradición japonesa como la puerta del infierno (concepto este contenido en muchas otras tradiciones, como la islandesa, donde el pasaje al inframundo se encuentra en el Dimmuborgir). En ambos casos, se trata de paisajes volcánicos, devastados por la acción de un tiempo más allá de lo concebible, cuyo equivalente en España podríamos encontrarlo en las Islas Canarias, por ejemplo en los bellos parajes tinerfeños. En el Monte Osore, los vientos silban amenazadores y los fosos de azufre bullen junto a la paz de un templo zen. Una vez al año, en un festival que se celebra en Julio, las itako, unas mujeres ciegas con poderes mediúmnicos, canalizan a través de su cuerpo los espíritus de los muertos. Me encantaría ver eso, ¿a vosotros no?

Mi agüita amarilla

Como comenté antes, poco puede decirse de este artefacto. Consta de dos piezas de alrededor de 19 minutos. La cosa empieza fuerte, con un grito primario, a pleno pulmón, de una mujer. Controla el volumen si no quieres llevarte un buen susto o partir algún cristal. Las voces de los muertos son evocadas con gran eficacia, gracias a la sofisticada producción sónica, muy pulida (pero sin llegar a estropear la intensidad). Parece uno encontrarse a los pies de la montaña, en plena noche, dando pie a las más terribles sugestiones. La percusión va entrando poco a poco, sin un patrón definido, y consigue desorientarte. ¡Dios… qué voces! Terroríficas. Va tomando forma una especie ritmo de jazz-rock progresivo, formado por bajo, batería, guitarra (con wah-wah tó setentero y hendrixiano) un saxo y esas voces infernales flotando constantemente alrededor; pero ya nos encontramos en un terreno algo más familiar. La pieza alcanza un clímax frenético y demencial y se sume en sus últimos cuatro minutos en el susurro de los vientos, acariciando todas esas rocas mutantes.

La segunda parte ya es bastante más tradicional, y por tanto menos sorprendente (aunque esto podría matizarse). Es una especie de representación teatral (desconozco qué tipo de teatro es, quizá sea Noh pero no estoy seguro de ello… si alguien lo sabe, que lo diga, per favore). Son interesantes las voces (prácticamente lo único que suena aquí), por lo extrañas y violentas que son: sucediéndose en un bucle, permutándose, parando en seco con la contundencia de una katana.

En el vídeo, Doll’s Polyphony, de la BSO de Akira, con las vocecillas raras En fin, que para mi gusto la primera cara es lo más curioso e interesante. Si quieres probar, descarga, y si no, pues no. La verdad es que me da un poco igual.

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